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Mi abuela

Acabo de regresar de Cali de visitar a mi mamá. Mi abuela murió hace unos días y teníamos una tristeza muy grande que necesitábamos suavizar.

29 de junio de 2020 Por: Vanessa De La Torre Sanclemente

Acabo de regresar de Cali de visitar a mi mamá. Mi abuela murió hace unos días y teníamos una tristeza muy grande que necesitábamos suavizar. Mi abuela Marina era una muchacha magnífica de quien mi abuelo quedó prendado un día que la vio bañarse en el río Cauca. Quedó sola muy joven, con seis hijas, tres hermanas y a la merced de una suegra de las que nadie quiere tener, cuando a mi abuelo lo mataron a los 42 años, tras un lío macabro de violencia, tierras y agua.

Fue tan genial la mamá de mi mamá, que se enfrentó con carácter y convicciones al que le tocó, y sacó adelante, sola, a toda su familia. Mandó a sus hijas a la universidad cuando la educación en las mujeres era una provocación y le hizo el quite con inteligencia a un montón de ladrones de la familia de su difunto esposo, que le quisieron arrebatar lo que le correspondía.

Tengo unos recuerdos maravillosos de ella: cantando, cosiendo, siempre con su collar de perlas y sus gafas puestas, de día y de noche por igual; orgullosa mostrando las fotos de las tortas que decoró alguna vez en la Casa Blanca. Fue una mujer increíble y cariñosa con sus nietos, con muy poco sentido del humor y sin un ápice de prudencia para decir lo que pensaba. Se murió de vieja, tranquila, pero en un tiempo terrible, porque lo único peor que la muerte es la muerte en soledad. Y por cuenta del coronavirus ya ni podemos despedir a los nuestros.

Por eso gestioné, como cualquier colombiano puede hacerlo, a través de la página web del ministerio de transporte, el permiso para viajar a Cali con mi familia. El motivo: fuerza mayor. Nos hicimos la prueba del covid y con documentos en mano que acreditaban la circunstancia y que mostramos a las autoridades que los pidieron en carretera, pudimos estar una semana con mi mamá, cocinando y riéndonos, como si la tragedia no nos rondara. El coronavirus nos quitó, por ahora, la libertad, pero no el corazón. Es un buen momento para recordarle a los que uno ama, cuánto los ama.

Es un tiempo en el que la supervivencia ya depende del cuidado propio. La alcaldía de Cali ha hecho un trabajo excepcional duplicando las camas de cuidados intensivos, pero no ha podido hacer entender a tantos, que de nada sirven los esfuerzos si en las calles no se usan tapabocas.

Todos queremos dar el abrazo guardado. Falta más disciplina, más consciencia y más exceso en el cuidado, para que lo podamos volver a dar. Y para que la muerte, incluso, deje de ser tan triste.

Sigue en Twitter @vanedelatorre