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La Selección

Mientras escribo esta columna, contengo el aliento -como el país entero- con las ganas infinitas de que Colombia le gane a Inglaterra. ¿Se imaginan?

2 de julio de 2018 Por: Vanessa De La Torre Sanclemente

Mientras escribo esta columna, contengo el aliento -como el país entero- con las ganas infinitas de que Colombia le gane a Inglaterra. ¿Se imaginan? La Nación sumida en una nueva esperanza, los negociantes de fiesta, los jefes con ganas de que nadie trabaje y todos, absolutamente todos los colombianos unidos bajo una misma bandera.

Unión. Eso que tanto falta en nuestro país regresa cuatro años después, por cuenta de la selección; con un Falcao fortalecido, invencible, prueba de eso que dicen y repiten las abuelas y al final de cuentas es cierto: si lo sueñas, lo logras.

La selección Colombia consigue lo que ningún político hace: unir al país, movilizar el patriotismo. Es de los pocos espacios en común que quedan en democracias tan divididas como la nuestra.

Esos once muchachos llevan encima el peso de una historia de superación, constancia, lucha, disciplina, fortaleza, liderazgo y perseverancia a pesar de las vicisitudes de esta nación tan rota y tantas veces sin oportunidades. Ellos son, a pesar de Colombia.

El fútbol rompe barreras sociales y políticas. Por eso es tan hermoso. Y en este contexto tan complejo del país, es paradójico que juguemos contra Inglaterra, donde surgió este deporte por allá en la década de 1860.

Fue un inglés, Charles Miller, quien lo trajo a América Latina a través de Brasil. Miller llegó con dos o tres pelotas y fundó el primer club de fútbol en Sao Paulo y luego en Río de Janeiro otro inglés, Oscar Cox, lo fortaleció.

En el Siglo XX, Getulio Vargas, el político más importante del Brasil moderno, entendió que el fútbol y la samba unían a su pueblo. Que más que pan y circo eran identidad nacional. Que permitía a la oligarquía, las mujeres y los herederos de esclavos negros reunirse como iguales bajo la misma bandera. Por eso cuando Neymar juega, juega también la historia de Brasil.

Y estoy por pensar que Falcao, Ospina, James y Mina están comprendiendo el peso de su fútbol en la dolida nación colombiana. Nada, ni siquiera un proceso de paz que desarmó a siete mil criminales, nos ha unido como la tricolor en una cancha. Por eso, porque necesitamos abrazarnos con el amigo al que dejamos de hablar en la contienda electoral; porque necesitamos mostrar que podemos brindar sin matarnos; porque debemos recuperar la esperanza y saltar juntos de alegría, deseo con el alma que hoy gane la selección.

Y si no gana, hay que esperar a esos muchachos con aplausos y de pie, para darles las gracias por sacarnos de esta angustia de la JEP, el hastío de los escándalos de corrupción y lo impredecibles que son los cuatro años venideros.