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Me entristece profundamente que la amenaza haya vuelto a ser parte de la vida cotidiana de Colombia, como si fuéramos una nación de salvajes, como si ya no hubiera sido suficiente tanto dolor y tanta sangre en nuestro país.

30 de julio de 2018 Por: Vanessa De La Torre Sanclemente

Lo que tengo para este país se llama Gratitud. Con mayúscula y con cariño. Gratitud por entender que soy una señora común y corriente que almuerza en el trabajo y que empaca su comida en una coca todos los días, como casi todos los colombianos. Una coca en la que llevo el sabor de mi casa y de mi familia. Lo que tanto me gusta.

La única diferencia entre muchos otros colombianos y yo, es que como trabajo en televisión, al aire, por un error de la transmisión, terminé ‘ponchada’ mientras almorzaba. Y con la frescura que almorzar implica, pues puse la coca a un lado e hice lo que sé hacer: dar noticias.

El episodio terminó convertido en una valiosa demostración de cariño de un montón de gente que almuerza conmigo todos los días. Me sacaron carcajadas con las fotos de sus cocas de almuerzo. Me hicieron muy feliz. A todos, gracias.

En contraste, tristemente, dos o tres días después del almuerzo de la coca, me amenazaron de muerte. A mí, que creo que soy una buena persona, una madre desvelada por sus hijas, una esposa que adora a su esposo, una amiga que hace lo que sea por hacer reír a sus amigos. Una periodista inquieta que duda de todo y trata de comprender y explicar lo inexplicable desde hace 20 años, cuando empecé en este oficio.

Jamás me había sentido tan vulnerable. Mi trabajo implica buscar la verdad y en ese ejercicio, en muchas ocasiones, el poder a veces se siente incómodo. Más allá de lo preocupante del evento, me entristece profundamente que la amenaza haya vuelto a ser parte de la vida cotidiana de Colombia, como si fuéramos una nación de salvajes, como si ya no hubiera sido suficiente tanto dolor y tanta sangre en nuestro país.

Tristeza y perplejidad. Colombia está viviendo una coyuntura muy compleja, incierta y delicada en la que todos tenemos que hacer lo que sabemos hacer: la Fiscalía, investigar; las cortes, impartir justicia; los políticos, gobernar para el bien de todos, y los periodistas hacer periodismo. Solo así, pensando como Nación y no con el egoísmo de la individualidad, podremos mirar hacia atrás algún día y suspirar de alivio porque ya pasaron esos tiempos violentos en los que Colombia estaba tan desajustada.

Ese sueño es por el cual vivo y trabajo todos los días de mi vida y es la razón por la que seguiré informando y reportando. Aunque siga incomodando a algunos. Y con mi coca de siempre al almuerzo.