El pais
SUSCRÍBETE

Inicio

Artículo

Madrid

e cuento a mi hijo que cuando yo vivía aquí no había casi latinoamericanos, lo que cuesta creer. Hoy Madrid es una especie de Miami hispana. Si uno habla un poco con cualquier español, resulta que...

27 de agosto de 2019 Por: Santiago Gamboa

Fue la primera ciudad extranjera en la que viví, allá en el lejano 1985, pues vine a estudiar Filología Hispánica a la Universidad Complutense, de la que soy egresado en 1990 con un título firmado por el rey don Juan Carlos de Borbón. Por eso volver a Madrid es algo tan especial, y mucho más con mi hijo, al que le quiero mostrar algunos de los escenarios de mi vida pasada y el espacio increíble en el que fui estudiante.

Como siempre pasa con las ciudades europeas, cuántas cosas permanecen idénticas. El café La blanca doble, en la calle Santísima Trinidad, es el mismo. Incluso Manolo, el que atiende, sigue ahí, aunque con algunas canas de más. En ese bar pasé el año nuevo de 1986 con mi compañero de apartamento, el poeta español Miguel Ángel Velasco, que se suicidó en el 2008 y es hoy recordado como uno de los grandes de la poesía. Él me enseñó, por cierto, el amor a los versos y sobre todo a Rilke, al que veneraba. También estaba en Madrid, en esos años, el gran poeta colombiano Ramón Cote, amigo desde unos años antes por el colegio Refous y compañero de algunas andanzas madrileñas. Era el almodovariano Madrid de la ‘movida’, el de los años 80.

Madrid, ah, Madrid. Creo que la canción que mejor la describe es ‘Pongamos que hablo de Madrid’, de Joaquín Sabina. Sobre todo en esos versos que dice: “Las niñas ya no quieren ser princesas / y a los niños les da por perseguir / el mar dentro de un vaso de ginebra / pongamos que hablo de Madrid”. Bueno, hoy el gin tonic parece ser el aperitivo oficial de las terrazas de Madrid, que hacia el mediodía comienzan a llenarse, ahora que el calor ya bajó pero sigue en el aire ese ambiente de vacaciones. La vida está a punto de empezar de nuevo. Septiembre ya se acerca. Y mientras tanto, veo que la liga de fútbol empezó y el mismo fin de semana en que llegué James fue titular en el Real Madrid contra el Valladolid, sorpresivamente, cuando ya lo daban por muerto y enterrado. Y le fue muy bien. En la Vuelta a España, el primero en ser líder fue nada menos que Supermán López, y el domingo siguiente Nairo ganó la etapa y quedó a dos segundos del líder. La prensa habla del gran momento de los colombianos en el ciclismo.

Le cuento a mi hijo que cuando yo vivía aquí no había casi latinoamericanos, lo que cuesta creer. Hoy Madrid es una especie de Miami hispana. Si uno habla un poco con cualquier español, resulta que es ecuatoriano o colombiano. Voy al maravilloso Café Comercial, en la glorieta de Bilbao, uno de mis lugares míticos, y me atiende una ecuatoriana llamada Ámbar. Al otro día una cubana. En la plaza de Olavide, donde me quedaría a vivir, hacen el mejor pincho de tortilla. Le digo a mi hijo que no olvide el sabor, pues es el original, y luego, cuando voy a pagar, descubro que los cocineros son peruanos. Bueno, es la maravilla de esta nueva ciudad mestiza y contra culturizada.

Lo llevo a la cuesta de Moyano a comprar libros y ambos salimos deprimidos al ver que un ejemplar cualquiera vale entre uno y tres euros. ¡Ya nada de lo que a mí me importa parece tener mucho valor! Todo está ahí y a la vez todo es nuevo, pero el gusto de ver la pintura negra de Goya en El Prado y luego salir a comerse un bocadillo de calamares en La ideal, cerca de la plaza Mayor, sigue siendo intemporal. Es el viejo Madrid al que siempre querré volver.

Sigue en Facebook Santiago Gamboa - club de lectores