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Los diez mejores filmes

Cualquiera que vea mi biblioteca puede comprender cosas de mi vida sin conocerme; es lo que hago cuando entro a una casa y veo libros: me dedico a mirar los lomos hasta que, en mi mente, surge un retrato de el o la dueña de esos volúmenes.

7 de agosto de 2018 Por: Santiago Gamboa

La semana pasada comenté una selección de diez novelas hecha por el escritor francés Jacques Attali, las cuales él considera “esenciales” en un ensayo recién publicado en el que se dedica a analizar lo fundamental en cada una de las artes. Ya dije que estas listas tienen, sobre todo, el valor de hacernos reflexionar a cada uno en su propia lista, por comparación o rechazo, hasta establecer un pequeño mapa en el que puede estar pintado nuestro rostro: el gusto es una de nuestras identidades más secretas, o menos, según se mire: cualquiera que vea mi biblioteca puede comprender cosas de mi vida sin conocerme; es lo que hago cuando entro a una casa y veo libros: me dedico a mirar los lomos hasta que, en mi mente, surge un retrato de el o la dueña de esos volúmenes.

Con las películas pasa lo mismo y el efecto de identidad es en realidad aún más frecuente, pues todo el mundo va a cine, mientras que no todo el mundo lee. Para Jacques Attali, las diez películas esenciales de su vida son: El gran dictador, de Charles Chaplin (1940), Ciudadano Kane, de Orson Wells (1941), Ser o no ser, de Ernest Lubitsch (1942), Les énfants du Paradis, de Marcel Carné (1945), El ladrón de bicicletas, de Vittorio de Sica (1948), Senderos de gloria, de Stanley Kubrick (1957), Dodesukaden, de Akira Kurosawa (1970), Muerte en Venecia, de Luchino Visconti (1971), El cazador, de Michael Cimino (1978) y Agua de Deepa Mehta (2005).

A diferencia de su lista de diez libros, esta me parece más metódica. Hay un deseo de cubrir algunas áreas y temas importantes: cine europeo, Norteamérica, algo de Asia. Es difícil ir mucho más allá en un número tan cerrado. En el tema de la guerra, El cazador es una obra maestra, pero también está Apocalypse Now, que tiene el atractivo doble de ser una versión de El corazón de las tinieblas de Conrad. Ambas en Vietnam. Yo pondría algo del cine de Scorsese. Taxi driver, por ejemplo, que habla del malestar urbano y la soledad y del resentimiento. De Kubrick pondría La naranja mecánica, basada en la novela de Anthony Burgess, que reflexiona sobre la violencia en las ciudades y el modo de contrarrestarla para lograr ciudadanos dóciles.

La verdad es que el cine ha sido una gran pasión de mi vida y podría hablar horas y horas de mis filmes favoritos. Entre los clásicos, por ejemplo, Andrei Rubliev, de Tarkovsky, estaría sin duda en mi lista, al mismo nivel del Ciudadano Kane, que también admiro.

Por casualidad, en estos días, ando leyendo la autobiografía de Joseph Cotten, así como los diarios de Richard Burton, lo que me hace pensar en La noche de la iguana, de Tennessee Williams, filmada por John Houston. De los años setenta en Estados Unidos, mi director preferido es John Cassavettes, del que elegiría Muerte de un corredor de apuestas chino, con Ben Gazzara, y que, como actor, trabajó en la maravillosa Los Doce del Patíbulo, de Robert Aldrich. ¿Y España y América Latina? Pero claro. Enamorada, del Indio Fernández, con María Félix. Amores perros, de Iñárruti y Arriaga. La estrategia del caracol, de Sergio Cabrera, y varias de Almodóvar y alguna de Amenábar, como Mar adentro. Creo que ya me pasé de las diez, que era el pacto inicial, así que tendré que decir un filme que para mí sea el resumen de todos los anteriores. Pero mejor no lo digo, porque ya sería develar demasiados secretos.

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