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James y el adiós al Madrid

Siempre he creído que el fútbol es una de las más extrañas...

7 de diciembre de 2016 Por: Santiago Gamboa

Siempre he creído que el fútbol es una de las más extrañas disciplinas humanas, y sobre todo una de las más cambiantes. Se sube y se baja con gran rapidez, y como en todo, cuando se está arriba se es frágil y da vértigo la posibilidad de la caída, pero cuando se está abajo hay una sensación de pérdida, de injusticia unida a la idea de que remontar hacia lo alto es casi imposible, aún si quien ya ha estado en las cumbres lo considera un derecho. Esto, que podría decirse de cualquier actividad profesional, en el fútbol se vive a una rapidez que aumenta el nivel de irritación: la caída puede llegar de un fin de semana a otro. En una misma temporada alguien puede pasar de ser un desconocido a una leyenda y luego volver al purgatorio. Como si esto fuera poco, quienes lo experimentan son jovencitos inmaduros y con muy poca tolerancia a los vaivenes de la vida. Aún menos si, como sucede en el Real Madrid, son endiosados hasta niveles galácticos convirtiéndose en jovencitos malcriados, multimillonarios precoces y mimados, modelos de pasarela cuyas vidas son constantemente hurgadas por la prensa del corazón hasta hacerles creer que realmente no son personas como los demás, sino que forman parte de una humanidad VIP con derecho a todo y sin ninguna responsabilidad distinta a la del triunfo.Por principio no suelo sentir lástima por la suerte de los jugadores de fútbol, pero James es la quintaesencia de esto y por eso cuando el destino se da vuelta, cuando el sartén gira y uno resbala hacia el aceite, la frustración es terrible y puede paralizar. Confieso que me disgustó que el joven James llegara a la última concentración de la nacional de fútbol, en Barranquilla, en un avión privado, gesto típico de diva del Real Madrid. Extrañé al James de antes, al joven “limpio de corazón recién llegado de provincias” (al decir de Balzac). Pero lo más triste es que hoy su ego adolorido empieza a ser un lastre para su juego, tal como se vio en los partidos de la selección, donde lo noté irascible y, por eso mismo, impreciso. Eso lo hace aún más frágil. Le tengo aprecio a James y por eso me entristece ver cómo ese ego se lo traga cada vez más. Un ego que lleva el sello de marca del Real Madrid.Por eso James debe irse de inmediato de ese equipo, en el que además no lo valoran. Zidane, que es uno de los jugadores más grandes que ha dado el continente europeo, sencillamente no cree en él, o le cae mal, poco importa. Sin motivo alguno se niega a hacerlo jugar, como si quisiera dejar muy claro que ese James que él dice que es “importante” en realidad no lo es tanto, pues nunca lo saca al campo en los partidos importantes. Irracional. El caso de Benzemá es justo el contrario: pasa por una mala racha pero sigue en el campo, pues Zidane lo quiere. Ambos son franceses de origen árabe, es comprensible. Si el entrenador del Real Madrid fuera de Cúcuta también James estaría en la titular. Lo cierto es que en cada partido en el que James no juega pierde estatura, seguridad, calma. Por eso le vendría tan bien irse a otro equipo. Yo le recomiendo el Bayern, donde Ancelotti lo recibiría muy bien, o incluso el Manchester de Guardiola. Jugar con dos grandes técnicos le enseñará cosas mientras que el tiempo y la vida le enseñan lo fundamental, y es que nadie, ni siquiera él, es irremplazable.Sigue en Facebook Santiago Gamboa - club de lectores