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Ganará la paz

Cuando al fin comencemos a construir la paz, llegará el gran momento...

28 de septiembre de 2016 Por: Santiago Gamboa

Cuando al fin comencemos a construir la paz, llegará el gran momento de la sociedad civil; para ello habrá que reunirse en las calles y en las plazas y en las carreteras, las multitudes deberán hacer sonar su voz para apoderarse al fin de este viejo y malhadado país; hacer suyos todos los departamentos y regiones, cuencas orográficas, valles y llanuras; los picos más altos y las costas, las lagunas míticas y los ríos, las lluvias y el aire y las montañas y las nieves perpetuas; la gente tendrá que salir a vociferar para hacer suyo este momento e incorporarlo a su vida.Así como los chilenos salieron cuando llegó la democracia a Chile, o como salieron los ingleses en una Inglaterra devastada por los bombardeos a celebrar el término de la guerra, o como salieron los indios, liderados por Gandhi, al expulsar la dominación británica, o como han salido a las calles todos los países que han expulsado a sus dictadores. Después del Sí habrá que celebrar como celebraron las ciudades medievales cuando se acababa la peste, o la hambruna y los campos empezaban a retoñar, o cuando terminaba la sequía y del cielo chispeaban gotas; porque la guerra, en Colombia, ha sido el gran enemigo de todos: la peste y la sequía y la hambruna, y por eso alcanzar la paz es el mejor regalo que una sociedad puede darse a sí misma.La paz tendrá que vivirse como una segunda independencia, pues el país ya no estará dividido entre la realidad y el deseo. Al revés: hará más complejo y exigente su deseo, el cual tendrá que ser, acorde con la paz, el de una nación en la que realmente quepan todos, con un lenguaje que por primera vez refleje su complejidad y variedad, no su imagen estática. Un país más inclusivo y justo, con una economía que crezca pero no a costa de unos y para exclusivo beneficio de otros, sino para expandir la educación y el progreso.Un Estado nuevo que, haciendo honor a sus principios de igualdad, elija para su administración a los más idóneos e interrumpa ese anticuado sistema feudal de derechos hereditarios a familias insignes. Un Estado que no sea un obstáculo sino un estímulo y una ayuda para la formación de empresas, ya sean pequeñas, medianas y grandes, y en el que la gente considere el día del pago de los impuestos, como dijo alguna vez Antanas Mockus, “el día más feliz del año”, ya que es el momento de refrendar el compromiso nacional; un país que, por primera vez en medio siglo, podrá presentarse ante sus vecinos sin cargar con el lastre de ser el hermano conflictivo, lo que le permitirá, al lado de sus más cercanos, centrarse en proyectos de bienestar común, seguridad o lucha a la delincuencia, en lugar de agotarse en rencillas personales, y si a pesar de esto hubiera desacuerdos, podrá defender con honorabilidad su propio sistema, sin necesidad de acudir a términos pomposos pero vacuos y prestados. Esta segunda independencia deberá permitir al fin a los ciudadanos construir ese país más justo que llevamos dos siglos esperando, porque sólo así la paz, esa laboriosa creación que no es natural y por lo tanto sólo depende de la voluntad de quienes la ejercen, podrá ser sostenible y extenderse en el tiempo, sin duda con retruécanos y recaídas, pero es ahí cuando más habrá que protegerla, tal como se protege una débil llama: poniendo las manos alrededor.Sigue en Facebook Santiago Gamboa - club de lectores