El pais
SUSCRÍBETE

El silencio de Nuquí

El ataúd iba en una lancha por el río. Alguien llevaba flores. Solo se escuchaban los alabaos de las cantadoras del pueblo, Nuquí, en el Chocó.

15 de noviembre de 2020 Por: Santiago Cruz Hoyos

El ataúd iba en una lancha por el río. Alguien llevaba flores. Solo se escuchaban los alabaos de las cantadoras del pueblo, Nuquí, en el Chocó. Despedían a quien se había convertido en su lideresa y su refugio; su esperanza: Juana María Perea Plata.

La mataron el 29 de octubre de 2020. Según la Fiscalía, la sacaron de su casa en el corregimiento Termales y le dispararon. Después la tiraron al agua. El expediente dice que los responsables fueron los jefes del Clan del Golfo.

Hay denuncias que indican que este grupo paramilitar tendría vínculos con miembros del Ejército. Por eso defensores de derechos humanos en el Chocó están en el exilio, como Luis Ernesto Olave. Por denunciarlo.
También por señalar las barbaries de los otros grupos armados en la región, el Eln entre ellos. “Si me disparan, no sabré de dónde vendrá la bala, porque a todos los he denunciado”, dice Luis Ernesto.

Según la Fiscalía, Juana habría “increpado” a los mandamases del Clan del Golfo y les había exigido que abandonaran Nuquí, a donde ya no llegan turistas por su presencia. Esa habría sido la razón por la que la mataron. Un reclamo. O fue lo que dijo Néstor Leonel Lozano, ‘El Tigre’, quién según las autoridades fue el que apretó el gatillo.

En el Chocó hay otras hipótesis sobre el homicidio de Juana. Dicen que todo se pudo haber desencadenado por unos videos que ella hizo con su celular, en los que explicaba por qué no se debía construir el Puerto de Tribugá, algo que afectaba enormes intereses económicos. Los videos hacían parte de una campaña para protestar por lo que se pretendía proponer en la Asamblea del Chocó: declarar como obra de utilidad pública el Puerto de Tribugá.

Juana, en Nuquí, habló con los líderes que se oponían, y con ellos también hizo videos. Entre otras cosas la gente decía que no estaba de acuerdo con el Puerto no solo por el daño ambiental, sino porque no iban a aceptar un modelo de desarrollo impuesto desde afuera. ¿Para quién es el Puerto, quién se va a beneficiar, por qué están matando a quienes se oponen al proyecto cuya infraestructura intervendría áreas de conservación en territorios colectivos?

Los videos, piensan en Nuquí, la visibilizaron ante los asesinos. Ahora todo es silencio. En el pueblo nadie quiere hablar sobre Juana, menos con periodistas. No importa que fuera una de las personas más queridas. Ella tenía un hostal con el que promovía el ecoturismo, que es otra forma de desarrollo sin arrasar los bosques. También les contaba a los extranjeros lo que pensaban hacer con el Puerto de Tribugá, los turistas se aterraban de que con ese proyecto fueran a acabar con ese paraíso que es Nuquí y sus contornos, regaban la bola en sus países, y eso también se cree que debió molestar a alguien.

Juana además trabajaba por la mujer, ayudó a consolidar el Costurero de Tribugá, que elabora tapabocas para los habitantes de la región, protestaba por lo que sigue ocurriendo y de lo que terminó siendo una víctima: la muerte, sistemática, de los líderes sociales.

“¿SE LOS EXPLICO CON PLASTILINA? Bacrim + narcos + absoluto abandono y desidia del Estado = condiciones de mierda para los que votaron que SI al fin de la violencia. Maldita sea la injusticia social de este país, maldita sea la arrogancia de los citadinos que desconocen las realidades de una gran parte de este país”, publicó en Facebook el 22 de agosto, cuando la masacre del día se hacía noticia.

Un par de meses antes, Juana le decía adiós a ‘Pacho’, su perro. Su publicación parece premonitoria: “La despedida. Unas horas después ‘Pacho’ descansaba. Nos dijimos todo lo que había que decir. Solo amor”.

Pero ni siquiera de ese amor que profesaba por los animales nadie quiere hablar. La gente tiene miedo. Apenas unos pocos se animaron a ir al entierro. Y ese miedo y ese silencio es, por ahora, la victoria de los verdugos. Que nos callemos para que impongan su ley, sus intereses económicos, así desplacen comunidades, maten gente. Que todos se callen para romper el tejido social que Juana construyó con la comunidad para defenderse. Asesinar a su lideresa es destruir toda esperanza de resistencia.

Por eso desde el silencio en Nuquí encontraron maneras para pedirnos a los reporteros que no nos callemos, que no los dejemos callar. Los líderes sociales del Chocó en el exilio claman lo mismo. “La experiencia indica que cuando la gente se queda callada por el miedo, e intenta salir de ese estado, el daño ya está hecho. Por eso vale la pena dejar el miedo; vale la pena seguir defendiendo el territorio. Porque si no lo hacemos, sentimos que se va acabar el mundo para quienes vienen detrás de nosotros. Es lo que impulsaba a Juana”, dice su amigo Luis Ernesto Olave.

AHORA EN Santiago Cruz Hoyos