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Durante decenas de años Venezuela acogió a millones de colombianos que se fueron a vivir allá huyendo de la pobreza. Ahora que está sucediendo exactamente lo contrario estamos en la obligación de corresponder y acoger a los venezolanos que se vienen a vivir a Colombia para evadir la pobreza.

13 de agosto de 2017 Por: Rudolf Hommes

Durante decenas de años Venezuela acogió a millones de colombianos que se fueron a vivir allá huyendo de la pobreza. Ahora que está sucediendo exactamente lo contrario estamos en la obligación de corresponder y acoger a los venezolanos que se vienen a vivir a Colombia para evadir la pobreza. En su país el Gobierno ha logrado hacer desaparecer la riqueza del pasado y ha caído el ingreso por habitante cerca de 50 por ciento desde 2013 (cálculo de Ricardo Hausmann).

Es natural que los venezolanos salgan abandonen su país en búsqueda de oportunidades y que Colombia se haya convertido en un destino apetecido por la afinidad cultural y la relativa facilidad de pasar la frontera. Colombia está absorbiendo y va a seguir absorbiendo un número sin precedentes de inmigrantes de todos los niveles de ingreso y de las más variadas calificaciones provenientes de Venezuela, independientemente de que quiera o no recibirlos.

Lo indicado es aceptar esto como un hecho y prepararse para que la absorción se lleve a cabo de la manera menos traumática posible.
Ya han adoptado mecanismos para normalizar la estadía de personas que ingresaron legalmente y desean permanecer. Es necesario flexibilizar la política de inmigración y organizar en sitios de la frontera, donde ha sido desbordante el influjo de inmigrantes, medidas para hacer menos insoportable esa situación y facilitar el desplazamiento de los recién llegados al interior del país, a las regiones donde escasea la mano de obra, o para continuar su éxodo hacia países vecinos que están ofreciendo programas especiales para ellos, como en Perú.

Se debe pedir colaboración de la agencia de la ONU para los refugiados, de las ONG, de otros gobiernos y apelar a los valores humanitarios de las comunidades y de los sectores productivos de todo el país para que los acojan.

Lo peor que puede suceder, y hay que evitar a toda costa, es que surja un sentimiento de rechazo a su presencia en Colombia. Como la economía no está creciendo adecuadamente habrá quienes argumenten que tenemos demasiados problemas propios para tener que echarnos encima los de los inmigrantes. La respuesta a estas voces repelentes es que el aumento de la inmigración no ha causado problemas en el mercado laboral hasta la fecha y que Colombia se está beneficiando del ingreso de numerosos profesionales y empresarios que rápidamente van a hacer un factor de crecimiento.

El ingreso de personas menos calificadas también puede ser favorable porque seguramente han recibido entrenamientos diferentes y vienen a aumentar la población económicamente activa y a remover obstáculos para un mayor crecimiento.

Si por razones de un brote xenofóbico se trata de impedir que lleguen los menos calificados, los de mayores ingresos y los profesionales van a dejar de llegar o se irán si perciben un ambiente hostil. En consecuencia, si se quiere que la inmigración que ha provocado el caos económico y político en Venezuela beneficie a nuestro país y a los inmigrantes venezolanos, lo más provechoso es aceptar su presencia. Fomentar o tolerar actitudes o acciones hostiles a los recién llegados induce una situación en la que todos perderemos. Crecer más facilitaría el manejo de esta situación.