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Mal comienzo

Mal comienzo para un libro que se propone cambiar de modelo, en un momento en el que ni la ecuanimidad de la Corte Constitucional le puede poner punto final a un oportunismo intransigente y corrosivo.

15 de octubre de 2017 Por: Rudolf Hommes

La Andi está distribuyendo un libro que contiene, como lo dice en su título, una estrategia para una nueva industrialización “en Colombia, un país de oportunidades”. Es una contribución muy importante a la discusión de lo que se tiene que hacer para sacar al país del marasmo económico en el que se encuentra y contiene una dosis de optimismo muy oportuna que ayuda a decir y a creer que sí podemos. Pero debo confesar que casi no paso de la página 7 en donde aparece lo siguiente:
“Nuestra hipótesis es que las razones del gran rezago de nuestra economía frente a otras como Corea del Sur, Singapur, Finlandia, México o Turquía que se comparaban directamente con Colombia hace 25 años residen en otros hechos -agrupados en las siguientes fallas estructurales de la política pública-. …Primera falla de política pública. Colombia llevó a cabo el proceso de apertura sin haber preparado el aparato productivo para asumirla. Fue una posición totalmente ingenua que no fue aplicada por ninguno de los países ganadores en la competencia...”.

Mal comienzo para un libro que se propone cambiar de modelo, en un momento en el que ni la ecuanimidad de la Corte Constitucional le puede poner punto final a un oportunismo intransigente y corrosivo. El primer requisito para poder alinear a todo el mundo es no provocar controversias, ni partir de bases falsas. Hace 25 años, Corea del Sur y Singapur ya habían dejado muy atrás a Colombia. ¡Era en 1960 cuando eran comparables! Finlandia nos llevaba siglos de ventaja hace 25 años. Turquía ya había sido una potencia mundial desde que se tomó a Constantinopla hasta la Primera Guerra Mundial. Y México estaba a punto de cerrar negociaciones y firmar el TLC de Norte América, un paso mucho más audaz.

Los países con quienes podemos compararnos han sido más firmes y consistentes en sus políticas de apertura. En Perú, el sector privado se dedicó a crear nuevas empresas y a diversificar la base productiva, no a sabotear las reformas y a echarlas para atrás para recobrar privilegios abolidos por la Apertura. Aquí se olvidaron de la necesidad de innovar, de desarrollar productos nuevos, adaptar tecnologías, y de competir porque volvieron a cerrar la economía.

La otra base falsa del comentario de la Andi es que antes de hacer la apertura se necesitaba haber preparado al aparato productivo. Eso ya se venía haciendo desde que llegaron los refugiados europeos que huían del fascismo y el comunismo. Entre 1939 hasta después del 45 la industria y la producción nacional tuvieron un auge inesperado porque la guerra impidió importar. Los extranjeros y otros avispado supieron aprovecharlo para crear una base industrial más diversificada. Las políticas en los años que siguieron fueron abiertamente proteccionistas. A partir de 1950 se convirtió el Banco de la Republica en un banco de fomento industrial. Antes se había creado el IFI. Paz del Río se estableció con plata de los contribuyentes. En 1990, el aparato productivo llevaba más de 50 años preparándose. Pero desde agosto de 1946 el presidente del Andi, comenzó a ‘desensillar en Palacio’. Ese fue el origen del proteccionismo rentista, opio del empresariado, la verdadera causa del sopor industrial.