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Inconsistencias

Todas las semanas se presentan inconsistencias en la forma como los medios...

4 de junio de 2012 Por: Rudolf Hommes

Todas las semanas se presentan inconsistencias en la forma como los medios o los políticos reportan los sucesos o discuten las políticas, y estas pasan frecuentemente desapercibidas. El domingo pasado, por ejemplo, el editorial del diario El Tiempo se quejaba de los que hablan en el exterior de Colombia y no reconocen los avances en seguridad que han tenido lugar. Desde que la revista Foreign Policy había clasificado a Colombia como democracia fallida decía el editorial que el país ha recorrido un largo camino de recuperación, y que hoy es visto por a comunidad financiera como uno de los más atractivos de la región para invertir. Pero en esa misma edición el periódico publicó un artículo de dos páginas en el que se informaba que varios departamentos del país están dominados por bandas criminales que controlan las poblaciones, cometen toda suerte de abusos contra la población, enfocándose especialmente contra las mujeres. Posteriormente, durante la semana pasada se publicó otro artículo sobre la formación de otra banda criminal en el interior del país, que había adquirido armas de contrabando que habían ingresado al país por los corredores de tráfico ilegal que controlan las bandas a las que se refería el artículo del domingo anterior, sin que la Armada u otra rama de la fuerza pública haga algo al respecto.Estas situaciones son precisamente las que intervienen para elevar el nivel de riesgo de que en un país fracase el Estado. En Colombia se ha progresado muchísimo en la lucha contra la guerrilla, pero las organizaciones paramilitares que existían antes de la política de ‘seguridad democrática’ no han sido desmontadas sino en forma parcial y han mutado a formas peores de dominación territorial de varias regiones del país, que no son controladas por las autoridades. La pérdida del control parcial del territorio y la incapacidad de que el Estado ejerza el monopolio del uso legítimo de la fuerza es el indicador más evidente de riesgo de fracaso del estado. Otros atributos precursores del fracaso son el desplazamiento masivo de grupos humanos, el fraccionamiento del poder en élites regionales, amplia corrupción y criminalidad, inhabilidad del gobierno de ejecutar decisiones colectivas o de proveer servicios públicos básicos a toda la población en forma equitativa. Una característica a la que hay que ponerle mucha atención es a la discriminación persistente de grupos sociales, como es el caso de la violencia generalizada contra la mujer y contra grupos débiles de la población. Otra es la calidad del sistema judicial, pues de su buen funcionamiento depende la legitimidad del Estado para ejercer autoridad. En este último campo ha sido deplorable el comportamiento del Poder Judicial, muy diligente en crear y preservar privilegios especiales para ellos en material de pensiones y de seguridad en el empleo y para crear corazas para protegerse de los mismos jueces. La Fiscalía y el sistema de negociación de penas han adquirido características de teatro de lo absurdo.A pesar de que hemos avanzado en fortalecer el Estado hace falta avanzar mucho más antes de que podamos admitir como logros los juicios fugaces y generalmente frívolos que emite la comunidad financiera internacional sobre la realidad colombiana. Es por ello que la revista Foreign Policy todavía tenía a Colombia clasificada como el país en América Latina con el mayor riesgo de fracaso del Estado en el puesto 44, entre Egipto (45) y el Líbano (43). No es que estemos retrocediendo como clama la derecha, por lo que la fustiga razonablemente el editorial al que me he referido. Es que apenas vamos a mitad de camino y falta mucho para llegar a Belén.