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‘Corazón partío’

Cárdenas sostiene, como lo hizo ‘Jota’ Uribe recientemente en una conferencia auspiciada por un banco suizo que ya pasó lo peor de la crisis que pudo haber tenido consecuencias sobre la economía colombiana equiparable a la de los años 30 del siglo pasado, que salimos relativamente bien librados de ella en comparación con otros países de la región

9 de abril de 2017 Por: Rudolf Hommes

El viernes de la semana anterior vi al Ministro de Hacienda en la sección ‘Pregunta Yamid’ del noticiero CMI lleno de optimismo sobre el futuro de la economía del país (la entrevista fue publicada el domingo siguiente en El Tiempo de Bogotá). Dijo lo que debe decir un ministro de Hacienda y lo dijo bien, al punto que me surgió la duda de que podría ser un discurso de despedida, duda que quedó disipada al final del programa con la declaración enfática de que está dispuesto a seguir hasta el final del gobierno. Cárdenas sostiene, como lo hizo ‘Jota’ Uribe recientemente en una conferencia auspiciada por un banco suizo que ya pasó lo peor de la crisis que pudo haber tenido consecuencias sobre la economía colombiana equiparable a la de los años 30 del siglo pasado, que salimos relativamente bien librados de ella en comparación con otros países de la región, excepto Perú que lo ha hecho mejor en mi concepto, y que el futuro se ve alentador a pesar de que 2017 no comenzó con fuerza. Hizo mucho énfasis en que parte de su optimismo proviene de su confianza en el programa de estímulos (‘Colombia Repunta’) que se concibió precisamente porque la economía no arranca y se basa principalmente en inversión pública en infraestructura, incluyendo caminos vecinales, y en un aumento del gasto público orientado a responder a las exigencias del posconflicto.

Si se llevan a cabo las inversiones, si continua bajando la tasa de interés del Banco de la República, si el peso no sigue revaluándose, si se logra disminuir a incertidumbre existente sobe quién va a suceder a Santos, si su sucesor no llega a hacer cambios de 180 grados, y si Trump u otro evento internacional o nacional no se atraviesan, posiblemente se logre que la economía comience a crecer un poco más este año y más aceleradamente en los siguientes. El nuevo economista jefe para América Latina del Banco Mundial parece coincidir con esta conclusión (El Tiempo, abril 3 de 2017). En su concepto, la inversión en infraestructura es un impulso efectivo para , generar crecimiento, y aconseja tomar ventaja de que la inflación ha cedido para bajar la tasa de interés. Hace una mención especial sobre el efecto positivo que tendrá la aplicación del acuerdo de paz y sobre la necesidad de seguir buscando fórmulas para elevar la productividad.

La preocupación principal que se opone a este optimismo es la incertidumbre política y la persistencia casi general de pesimismo y desconfianza. Esto se puede atribuir en parte a la polarización y a la cacería de brujas provocada originalmente por Odebrecht pero magnificada innecesariamente por las entidades de control. Carlos Caballero escribió el 1 de abril una columna memorable sobre esto último que comienza diciendo que en Inglaterra nadie sabe quién es el Fiscal (y seguramente tampoco saben quiénes son el Procurador y el Contralor, si existen). Aquí no pierden oportunidad para darse bombo y como los medios lo aprovechan para generar audiencia pueden paralizar la inversión y a la administración públicas.

Juan Martin Caicedo se pregunta en relación con esto ¿Qué le pasa a la economía si se para la inversión en infraestructura? Los bancos colombianos y extranjeros le han cogido miedo a financiar los proyectos claves y si no hay financiación se para en seco la inversión. A eso hay que añadirle que también le están poniendo peros a la inversión en caminos vecinales que es indispensable para impulsar el desarrollo rural y para hacer viable la sustitución de cultivos de coca. La respuesta sencilla a la pregunta de Juan Martín es que va a fracasar el impulso que quiere darle el gobierno a la infraestructura y con ello la oportunidad de promover crecimiento a corto y a mediano plazo. También va a ser casi imposible que en la administración pública se tomen las decisiones que se necesitan con urgencia. Por eso tengo el corazón partío: soy optimista pero permanentemente atento a cambia de opinión.