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¿Bobería colectiva?

La capacidad de los colombianos para aguantar abusos, y su incapacidad para...

7 de noviembre de 2010 Por: Rudolf Hommes

La capacidad de los colombianos para aguantar abusos, y su incapacidad para generar mecanismos efectivos de protesta no tiene parangón. Soportamos las obras que se adelantan en forma caótica e improductiva en Bogotá, la ineficacia del Gobierno Municipal para poner en marcha todo el sistema de transporte masivo de Cali, la manera como se adelantan en otras ciudades las obras de transporte masivo, como ha sido el caso de Cartagena, Barranquilla o Pereira, o que las carreteras nacionales o locales sigan en veremos. No creemos que se puede actuar colectivamente para evitar crímenes de los agentes del Estado o abusos de ellos o de sus contratistas o concesionarios. Hace años en Brasil en un vuelo de Río a Tabatinga, la aerolínea resolvió bajar a todos los pasajeros en Belem do Pará, donde hizo una parada no programada “por razones técnicas” sin dar señales de preocuparse por nuestra suerte. A las dos horas se había organizado una ‘asamblea permanente’ de los pasajeros y dos de ellos arengaban a sus compañeros de viaje desde un mostrador de Varig. Armaron tal lío que la empresa resolvió el problema satisfactoriamente. La otra noche observé una situación parecida con una empresa aérea que se ha especializado en dejar botados a sus pasajeros y canceló un vuelo nocturno de Bogotá a Cartagena. Los pasajeros aceptaron dócilmente que “no había avión”, sin que se produjera una queja colectiva. Todos buscaban soluciones individuales, lo que no conduce a un trato razonable.Lo que está ocurriendo en Eldorado con el procesamiento de los pasajeros internacionales que llegan en la noche es algo por lo que tienen que responder los que organizan ese servicio. El espacio destinado a la cola de inmigración no tiene ventilación, su tamaño es muy inferior al necesario, los funcionarios del DAS son insuficientes, hacen demasiadas preguntas, y pierden mucho tiempo por pasajero. Las colas se extienden hasta el final del pasillo de ingreso y los pasajeros que llegan no tienen por donde pasar. En Bogotá, después de años de espera infructuosa, la excusa de que “el aeropuerto está en obra” no mitiga sino que agranda la negligencia de los responsables. Esta obra, como la mayoría de las que se ejecutan en la capital y en otras ciudades, se lleva a cabo sin cumplimiento de plazos y sin prestarles atención a los perjuicios e incomodidades que causa. El gremio de constructores se queja de que por estas razones lo estén vilipendiando. Es posible que estén pagando justos por pecadores, pero muchas obras no parecen organizadas por constructores profesionales sino por los directores de un show de payasos o de chimpancés. Si alguien piensa que esta es una afirmación exagerada puede pasar un par de días en el sector donde queda mi oficina observando el desarrollo de las obras. La corrupción ha logrado conmover finalmente a la opinión pública y que se les preste mayor atención a los perjuicios de esta forma de ejecutar las obras. Pero esto también ha traído consigo otra inquietud. Resulta sorprendente que la opinión pública se escandalice con la corrupción y no lo haya hecho con mayor razón y más estruendosamente en los casos de los crímenes cometidos en Arauca por unos militares o los falsos positivos. Fue necesario que un prestigioso general retirado los condenara públicamente para que comenzaran a aparecer los editoriales. Un país de tontos que no sabe reaccionar a tiempo ante abusos o crímenes de las autoridades o de sus agentes es presa fácil de los avispados y de los desalmados...