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Hay que tomarlo en serio

Se han escrito ya ríos de tinta (y de caracteres digitales) sobre la pandemia y seguramente serán muchos más los que faltan por escribir.

19 de junio de 2020 Por: Ricardo Villaveces

Se han escrito ya ríos de tinta (y de caracteres digitales) sobre la pandemia y seguramente serán muchos más los que faltan por escribir. Si va a producir efectos profundos y duraderos o solo ajustes transitorios en los comportamientos de las personas y de los grupos sociales solo el tiempo lo dirá.

No hay duda, sin embargo, que se trató de una situación completamente extraordinaria que marcará a estas generaciones y será objeto de análisis en los libros de historia. Difícil imaginar un fenómeno con impactos tan globales que llevó, de manera voluntaria a los países, a aplicar el freno de mano de sus economías y a establecer medidas solo comparables con las de los tiempos de guerra.

Ha sido aprender sobre la marcha y plantearse dilemas como el de salud vs. economía, dilema que al fin y al cabo se ha entendido no existe, pues no hay economía sin salud ni salud sin economía. El desconocimiento del virus llevó al mundo a depender de los modelos epidemiológicos existentes que correspondían a casos distintos y lo apocalíptico de sus proyecciones llevó a los gobiernos, con razón, a reaccionar de manera radical en la mayoría de los casos.

El aplanamiento de la curva de contagios se volvió un objetivo de todos pues ganar tiempo para fortalecer los sistemas de salud era esencial. Unos más otros al menos el objetivo se ha logrado y hoy se está en mejores condiciones para enfrentar la pandemia. También los modelos se han seguido ajustando y los pronósticos son menos catastróficos.

Lo que no se puede pensar es que la epidemia pasó. Sin duda va a seguir contagiando y en países como el nuestro todavía nos faltan tiempo y contagiados (ojalá no tantos fallecidos) para alcanzar el famoso pico de la curva. Lo que es importante es que se vayan ajustando las estrategias para hacerlas compatibles con la actividad económica, como se ha venido haciendo y, de otra parte, con la situación individual y social de las personas. Ya hay cansancio con el encierro y preocupa la indisciplina que se ve por doquier. El modelo represivo parece agotarse y es el momento de impulsar muy fuertemente las acciones persuasivas y de educación.

Las fórmulas no son complicadas. Lo que hay que promover es el uso de tapabocas, el lavado de las manos y el distanciamiento físico que no es social. La gente necesita verse con gente, tiene que salir a trabajar y permitir que el comercio se mueva. Claro que si se detectan situaciones puntuales críticas, como ocurrió en Kennedy en Bogotá, hay que tomar medidas excepcionales, pero para la gran mayoría de los casos el reto será aprender a vivir con el virus mientras aparece la vacuna o se alcanza la inmunidad.

Por eso vale la pena aclarar que los que firmamos la tutela en contra del aislamiento obligatorio para los mayores no estamos abogando por el relajamiento o el no autocuidado, lo que pedimos es el mismo tratamiento de los demás y que se nos respete como individuos que somos capaces de tomar nuestras propias decisiones.