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Difícil solución

Los tiempos en que la dependencia del café era inmensa y en que en el Comité Nacional de Cafeteros se decidía la política económica del país ya pasaron al olvido. Quedan algunos vestigios de esos tiempos, como es...

26 de abril de 2019 Por: Ricardo Villaveces

Los tiempos en que la dependencia del café era inmensa y en que en el Comité Nacional de Cafeteros se decidía la política económica del país ya pasaron al olvido. Quedan algunos vestigios de esos tiempos, como es el privilegio de contar con tres ministros y el jefe del DNP como miembros de ese Comité. Hoy, sin embargo, lejos de ser un espacio para discutir los grandes temas de la política económica es un foro para recibir solicitudes y quejas de unos dirigentes cafeteros que transmiten las angustias de los productores, pero que con frecuencia olvidan las realidades y limitaciones, no solo de la institucionalidad cafetera sino de las finanzas de la Nación.

Es indiscutible que se están viviendo momentos muy difíciles por cuenta de los bajos precios internacionales, pero también es cierto que no se puede esperar que el país les destine recursos que están por fuera de las posibilidades fiscales sin que el sector haga un verdadero esfuerzo por aceptar sus realidades y entender que requiere ajustes estructurales. Ya es hora de no seguir distrayéndose con planteamientos que no llevan a ninguna parte. Pensar que la solución a los bajos precios es retirar el café colombiano de la bolsa, como ya se dijo en esta columna, es una propuesta sin sentido. Poner las esperanzas en la creación de un Fondo de Estabilización, en época de vacas flacas, es un planteamiento que no aguanta análisis por los inmensos montos requeridos y la imposibilidad para los productores de contribuir a su financiación. Hacerse ilusiones con una acción internacional concertada, del estilo de las que se daban en las épocas de los convenios de productos básicos con cláusulas económicas, es completamente irreal en el mundo de hoy.

Como decía Mauricio Cárdenas en una columna reciente, el café sigue teniendo un peso político muy importante y esto permite a los cafeteros conseguir una atención que de otra manera no tendrían. Más importante aún, la inmensa mayoría de los productores son muy pequeños y el impacto social del sector es muy significativo en las regiones productoras. El país no puede entonces volverles la espalda y tendrá que ayudarlos a atravesar la mala racha, pero tiene que ser de una forma realista y que vaya de la mano de transformaciones de fondo. Hay que aceptar que en muchos casos las fincas no son viables económicamente por su tamaño, o por su baja productividad, o por la imposibilidad de utilizar tecnologías mas eficientes en la cosecha, entre otras razones.

El país tendrá entonces que decidir si, por razonas sociales e incluso políticas, quiere mantener esa ‘caficultura’ que no tiene posibilidades en condiciones de mercado y, si es así, aceptar que tendrá que subsidiarla por un tiempo indefinido. La de carácter más empresarial tendrá posibilidades si logra aumentos en su productividad y se posiciona en el segmento de los cafés diferenciados. La que no es viable tendrá que aceptarlo y buscar opciones. Solo exigir apoyo para lograr más y más recursos estatales no puede ser el camino a seguir en un país con tantas necesidades y unos recursos limitados.