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La experiencia de las elecciones pasadas escogiendo con encuestas y ejercicios inspirados en las elecciones primarias norteamericanas seguramente querrán repetirlos, tratando de opacar la acción de los que no tienen la exposición que estos ejercicios dan a sus participantes

24 de septiembre de 2021 Por: Ricardo Villaveces

Un proceso electoral diferente a los tradicionales es el que tenemos por delante. Una proliferación de precandidatos que ya pasa de los sesenta es indicativo de lo que ocurre con los partidos. Su incapacidad para aglutinar y ponerle racionalidad al proceso lleva a que todo aquel a quien se la pase por la cabeza aspirar a la presidencia se postula, contribuyendo al caos sin que, en su inmensa mayoría, tengan posibilidad alguna de conseguir un número siquiera perceptible de votos. Por el contrario, introducen desgaste y confusión entre los potenciales votantes. Conseguir las firmas que se requieren en el caso de los independientes es un proceso bien difícil cuando tantos aspiran a ello y, aún entre los partidos habilitados para postular candidatos, los procesos internos para la escogencia resultan muy complejos.

El papel que tuvieron los partidos en la conformación de candidaturas fuertes está hoy muy desdibujado ante el desprestigio y la pérdida de organización y sentido de pertenencia. La ausencia de las listas únicas para el Congreso convirtió a los políticos en ‘microempresarios electorales’ que buscan solo sus intereses y poco les importa la fortaleza y propósitos que pudiera tener el partido.

Esa debilidad no es exclusiva de Colombia, como bien lo analizan Levitzky y Ziblat en su libro Cómo Mueren las Democracias. Allí discuten cómo la debilidad de los partidos les impide a estos ser el filtro que se requiere para que aspiraciones individuales irreales o inconvenientes vayan quedando por el camino y los esfuerzos se concentren en los candidatos que tienen posibilidades significativas en el proceso electoral y, además, que son los más sólidos y representantes de la ideología del partido, reduciendo los riesgos de que se presenten fenómenos tan desconcertantes como el de Trump.

La experiencia de las elecciones pasadas escogiendo con encuestas y ejercicios inspirados en las elecciones primarias norteamericanas seguramente querrán repetirlos, tratando de opacar la acción de los que no tienen la exposición que estos ejercicios dan a sus participantes. No obstante, esto no será suficiente. Es evidente que ningún candidato que pretenda llegar a la segunda vuelta lo va a lograr si no lo hace en coalición con otros movimientos o partidos. Por eso las coaliciones juegan un papel tan importante, pues deberían ser los verdaderos filtros para que los candidatos que lleguen a presentarse a la primera vuelta sean los que recojan el consenso de diversos sectores y sean representantes de un grupo representativo de ciudadanos.

La izquierda y la derecha posiblemente lograrán un solo candidato de cada lado. El verdadero desafío está en el centro. Allí está el grueso de los colombianos, como lo muestran las encuestas, que indican también el alto porcentaje de indecisos que si estuvieran en los extremos seguramente ya habrían manifestado sus preferencias. En el centro hay aspirantes capaces y preparados y ese es el rumbo que necesita un país cansado de la polarización. Sería lamentable, entonces, que los candidatos del centro lleguen a la primera vuelta fragmentados y quitándose votos entre sí pues eso solo favorece a las extremas. Ese es el gran reto en la construcción de las coaliciones.