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Recuerdo de Alberto Lleras

“El hombre es una caña que piensa”, escribió Pascal. La frase la...

1 de mayo de 2012 Por: Ramiro Andrade Terán

“El hombre es una caña que piensa”, escribió Pascal. La frase la recuerdo leyendo las ‘Memorias’, de Alberto Lleras Camargo, con prólogo de Gabriel García Márquez. Sin duda, Lleras Camargo es uno de los más grandes escritores de Colombia. Su prosa es perfecta y precisa como un reloj suizo.Con el paso de los años de su prodigioso camino de escritor y periodista eximio, la convirtió en una pieza maestra desprovista de artificios. Fue el gran cronista de la ‘Revolución en Marcha’, del gran viejo Alfonso López Pumarejo y su tropilla de inteligencias jóvenes y deslumbrantes, en la que sobresalía un maestro de maestros: Darío Echandía.Lo traté cuando yo era parlamentario y él Presidente. Antes de que llegara al poder nos acercó una irreflenable pasión por los libros que -cosa rara- compartíamos y devolvíamos con puntualidad. Recuerdo una cena a la que invité en mi apartamento a Lleras, el presidente Turbay, el expresidente López Michelsen, Víctor Mosquera y otros personajes de la política liberal. La idea era intentar la unión de un partido al garete, minado por la división y el personalismo y la hostilidad de Lleras Camargo a la candidatura reeleccionista de López. La cena fue un rotundo fracaso. López no escondía su molestia con Lleras. Turbay intentó sin éxito llevar la conversación a lo que esperaba al liberalismo si persistían los antagonismos. En un pesado ambiente de intolerancia y malos modales, la reunión fue un memorable fracaso. Al final terminamos hablando de los libros del momento, tema que Lleras y López dominaban y Turbay desconocía.Se fueron todos con cierta prisa. Alberto Lleras se quedó: le había agradado un vino francés escogido para la ocasión y el tema de los libros. Allí empezó la fiesta. Ese hombre, que había recibido todos los honores que la Nación otorga a sus grandes dirigentes, regresó a lo que era: un intelectual; un maestro en el arte semi-olvidado de dialogar; una mente alerta y clara; y un escritor con un alto sentido del humor. Fueron horas que no olvidaré jamás y que viví feliz y descomplicado, olvidada la intentona de unir a un partido experto en dividirse.Descubrí a un Lleras que amaba la poesía, los tangos y conocía las intimidades de la política latinoamericana. Esa noche me hizo el regalo inapreciable de mostrar la faceta mas desconocida de su fascinante personalidad. La más humana, festiva, llena de humor y fina ironía, y el talento de un político y escritor de alta alcurnia que manejaba como pocos el arte de la palabra.