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La otra guerra

Colombia libra hace años otra guerra distinta a la que está en...

6 de octubre de 2015 Por: Ramiro Andrade Terán

Colombia libra hace años otra guerra distinta a la que está en vía de terminar con la firma de un acuerdo de cese al fuego, en La Habana. Es la guerra contra el narcotráfico, la corrupción que invadió sectores del estado y la Sociedad. Plaga maligna que ha causado grave daño a la nación. Sorprende que con semejantes desgracias, nuestro país se mantuviera como Estado de Derecho y soportó 54 años de violencia sin desintegrarse. Algo excepcional hay en el alma de nuestros compatriotas que –contra todas las adversidades– no se dejaron vencer de los grupos armados que buscaban tomarse el poder y establecer un régimen comunista. Ni por el narcotráfico, organizado como una máquina eficiente, bien armado y dispuesta a sobornar a quien facilitara sus manejos. O por la plaga de la corrupción, en el manejo del Estado y obras de interés nacional. Colombia padeció, batalló y se mantuvo. No fue una victoria total en la lucha contra la guerrilla. Que se debilitó por la acción del gobierno y no logró su objetivo de tomarse el poder las armas. Fue una durísima, prolongada, cruel etapa de la vida de la nación que nuestra gente soportó con singular estoicismo. Al paso del tiempo del atroz conflicto –estimo– las partes llegaron a idéntica conclusión: esa guerra la perdimos todos. Se llegó al punto de entender que era perfectamente inútil, grotesca, malvada. Un brutal episodio de violencia que nos llevó a terminar como único país en Latinoamérica afectado por una guerra interna. El daño hecho a la imagen de la patria fue inmenso. Y la preocupación de todo el Continente por el inicuo episodio de muerte y crueldad, fu inmensa. Es inútil insistir en el daño que deja esa guerra insensata. No sabía otra cosa que hacer –contra los militaristas partidarios de una lucha eterna– que pactar el fin del conflicto.Se cumplió algo indispensable como convenir el cese de las operaciones armadas. Punto de partida para la siembra de la paz. En todos sus múltiples, complicados, y costosos aspectos. Para citar un solo caso de los muchos que tendrán que resolverse: Los desmovilizados: Miles que deberán ser reintegrados a la sociedad. Tarea compleja que toca afrontar y en la que la sociedad entera tiene papel que cumplir. Esa pasividad que se adoptó frente a la guerra, con la idea que era problema exclusivo del Estado, tendrá que terminar. La paz es para todos. Y todos tenemos el deber que prospere, se mantenga y devuelva a la nación todo lo perdido.