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En bandeja de plata

Duele. En el alma. Con tristeza y perplejidad. En bandeja de plata...

28 de abril de 2015 Por: Ramiro Andrade Terán

Duele. En el alma. Con tristeza y perplejidad. En bandeja de plata se sirvió la muerte por las Farc de 11 soldados y otros 17 heridos, en la vereda La Esperanza, en Buenos Aires, departamento del Cauca. Dormían en la santa paz del Señor, en un espacio tan inseguro como un polideportivo. Cerca de la medianoche, llegó un pelotón de las Farc y culminó uno de los episodios más atroces de la oscura contienda. Los soldados, confiaron en el cese al fuego unilateral decretado por la guerrilla y pagaron con su vida esa ingenuidad. El hecho causó dolor nacional. Cuando se conocieron sus pormenores, se supo que la tropa no tuvo tiempo de reaccionar. Como se escribió en Semana: “El país entero expresó estupor e indignación ante una embestida sangrienta e incomprensible que nadie ha podido explicar”. No se trató de un choque accidental. Fue -según expertos- una acción planeada y ejecutada con macabra precisión. Algunos pidieron que se suspendiera el diálogo de La Habana; otros se indignaron y pidieron cercar a los integrantes de la columna guerrillera a cualquier precio. El presidente Santos ordenó reanudar los bombardeos de la Fuerza Área, que nunca debió suspender. Y en todo el país -adolorido y perplejo- creció la idea que algo está fallando en la estrategia del Estado para combatir los grupos armados. La situación de orden público, no es precisamente favorable. Lo ocurrido lo demuestra. El país bajó de la nube rosa en que estaba, convencido del poder gubernamental y la disminución de la capacidad insurgente. ¿No habrá llegado la hora de un examen de fondo por las fuerzas del Estado, de una situación donde ocurren sucesos de tan letal naturaleza? Santos no puede ignorar la crítica hora actual y debe producir los cambios necesarios. Pase lo que pase. Y caiga quien caiga. Es cierto que la economía dio buenos resultados. Pero una nación sin paz no llega a ninguna parte. O -más preciso- al abismo. Sin acuerdo en La Habana para cese de hostilidades, la tan esperada paz demoraría muchos años: sin esperanza de otro diálogo para acordarla. Tragar entero la continuidad de esos hechos y esperar el fin de la terrible confrontación hasta que el infierno se congele, no está en el ánimo de ningún compatriota. Si quienes dirigen la patria no pueden resolver la urgencia de la paz, habría que pensar en su relevo para que otros la consigan.