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Elogio y diatriba del fútbol

El escritor Eduardo Galeano calificó el fútbol como la ‘gran misa pagana’....

10 de abril de 2012 Por: Ramiro Andrade Terán

El escritor Eduardo Galeano calificó el fútbol como la ‘gran misa pagana’. Con toda razón. De todas las de partes el que despierta mayor pasión, entusiasmo ilimitado, es el balompié que se juega en casi todo los rincones del planeta. Al punto que en la culta Europa y en la subdesarrollada América Latina, los hinchas de uno y otro equipo gozan, lloran, se insultan, se agreden, y en ocasiones se asesinan en los estadios. O en las alcohólicas y calamitosas celebraciones posteriores a los encuentros de sus equipos.Su alegría y popularidad que une a los seres más dispares ha merecido elogio y diatriba de intelectuales de gran prestigio. Algunos, como Vargas Llosa, detestan el fútbol y escriben que es cosa de plebeyos, de ‘fanáticos peligrosos’. Otros, como Albert Camus, lo consideran un arte, una ciencia aplicada en el tapete verde de la cancha. Premio Nobel, Camus afirmó que cambiaría gustoso su condición de espléndido escritor por ser un buen arquero. Vargas Llosa odia el deporte y el fútbol en particular. En su novela ‘Los cuadernos de don Rigoberto’, escribe la diatriba: “Tengo a la práctica de los deportes en general por formas extremas de la imbecilidad que acercan al ser humano al carnero, las ocas y la hormiga, tres instancias agravadas del gregarismo animal”. Luego califica al deportista y al hincha de: “Bestia maniática, un antisocial, un histérico... un asesino potencial dispuesto a exterminar árbitros, achicharrar a todos los fanáticos del equipo contrario, devastar los estadios y provocar el apocalíptico final para que su club cargue una copa de falsa plata, o vea a sus ídolos en un podio, flamantes de ridículo en sus calzones cortos y camisetas rayadas”.A mí me encanta el fútbol. Disfruto con su secreta geometría y con el gran orgasmo que es el gol. Siempre he creído que el fútbol se juega más con la cabeza que con los pies. La instantánea visión de la cancha y la posición del adversario, el certero pase magistral, son un acto de inteligencia. Lo mismo que la gambeta, los ‘túneles’, las ‘paredes’, y el vuelo de los arqueros. Galeano, en su libro ‘El fútbol a sol y sombra’, exalta a Pelé: “La pelota -dice- lo busca, lo reconoce, lo necesita. En el lecho de su pie, ella descansa y se hamaca. Los nadies, pueden sentirse alguienes por obra y gracia de su juego”. Los futbolistas son dioses de la sociedad moderna que se quedó sin héroes. Duran poco, devorados por la feroz exigencia de las multitudes.