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Congreso: solución radical

Los peores enemigos del Congreso son buena parte de los propios parlamentarios....

26 de junio de 2012 Por: Ramiro Andrade Terán

Los peores enemigos del Congreso son buena parte de los propios parlamentarios. Que hacen lo posible -y lo imposible- por acabar con la menguada imagen que el país tiene de ese organismo. Que ha perdido toda credibilidad y ganado una inmensa antipatía nacional. El asunto -agravado estos días por el escandaloso ‘affaire’ del Acto Legislativo de Reforma a la Justicia- ha llegado a un punto que no tiene retorno. La inmensa mayoría nacional no quiere reformas de nuestro Congreso: quiere que lo cierren. El grado de desprestigio al que ha llegado es una obra perfecta del deterioro de una entidad democrática que -en países donde funciona ese poder de origen popular- es una balanza efectiva contra el despotismo estatal; un contrapeso de poder; y un organismo donde el Gobierno y la oposición expidan las leyes, debatan la marcha del país y se ejerza el control político del Ejecutivo.El que fuera altivo y eminente reducto de los voceros de partidos y tendencias, se ha convertido en un conventículo donde predominan cenáculos que manejan los asuntos públicos y las leyes con interés bien distinto al mandato que recibieron de sus electores. Como ha sido el caso del controvertido Acto Legislativo, una muestra clara de la decadencia a que llegó una de las ramas del poder. Clave para que la democracia funcione, y el Gobierno tenga una vigilancia eficaz de sus acciones. El Parlamento perdió su importancia; el respeto que en épocas pasadas mereció de la opinión pública; su capacidad de legislar con acierto; de ser -en síntesis- el ‘Foro de Hombres Libres’ -del que habló Eduardo Santos. Ahora es mirado con sospecha por la mayoría de los colombianos. Una buena parte de sus integrantes actúa de manera que su desprestigio aumenta a gran velocidad, alimentado por situaciones como las ocurridas con la Reforma a la Justicia. Que se convirtió en un zoológico poblado de ‘micos’ y ‘orangutanes’ de todas las especies. Hay un brillante número de parlamentarios que trabajan con evidente eficacia, honestidad, conocimiento de los problemas nacionales, y juicio certero en el trámite de las leyes. Por desgracia, son una minoría, aplastada por la maquinaria clientelista.¿Cerrar el actual Congreso y convertirlo en una Asamblea Nacional con un número menor de miembros, sería la radical solución del escandaloso asunto? Con reformitas para aplacar la galería, el Parlamento seguirá como el obsoleto organismo que es en la actualidad.