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Con el arma pacífica del voto

Al segundo cargo público de la Nación llegó un ex guerrillero del...

8 de noviembre de 2011 Por: Ramiro Andrade Terán

Al segundo cargo público de la Nación llegó un ex guerrillero del M-19 que tuvo un papel protagónico en la etapa de ‘la lucha armada’ y en el intento de llegar al poder por la vía de las armas. Que fracasó sin atenuante. Gustavo Petro logró ingresar al pacífico escenario de los votos, de la contienda democrática, y llegar a donde no pudo hacerlo con el fusil.Quedó claro -contra lo estridente prédica contraria- que la izquierda tiene sitio en la contienda política y no está excluida del poder. Como se ha sostenido por dirigentes que justificaban así la existencia de movimientos armados.Dejar las armas resultó un buen negocio político para Petro y sus compañeros de lucha. Su triunfo -por una votación tan numerosa-deja otra lección: Tanto va el cantaro al agua hasta que por fin se rompe. Un número grande de colombianos terminaron hastiados por las propuestas y prácticas de los dos partidos tradicionales. Formaron otros grupos que se nutrieron de sus militantes. Terminaron -en un volumen impresionante- afectando a unos partidos obsoletos, gastados, sin jefaturas capaces, que fueron perdiendo vitalidad, influencia en la vida y el futuro de la Nación, y se convirtieron en ‘muebles viejos’.Se confirmó algo de lo que se viene hablando hace tiempo: La decadencia electoral bipartidista. Que no es invento de nadie, como lo confirma el análisis frío de los votos logrados y la pérdida de alcaldías, gobernaciones y concejales. A este factor se agregó la evolución política nacional frente a problemas que surgieron -o se agravaron- para perturbar aún más una nación azotada por la turbulencia del enfrentamiento armado; la presencia del narcotráfico en el proceso electoral, y la fundación de partidos que lograron lo que parecía imposible: crecer y cobrar importancia como alternativas en una sociedad desorientada y distante de las propuestas tradicionales.Se habla del propósito de recuperar al liberalismo de sus divisiones internas y salvarlo del naufragio. Ojalá sea realidad y no se quede en frases de cajón para la galería. No es fácil hacer un pronóstico valedero sobre el futuro de ese partido y su unificación. Lograrlo -como lo deseamos- es tarea de magnas proporciones. En lo que tendrá mucho que contar el resultado del gobierno de Juan Manuel Santos. Que al finalizar lo que debe ser un exitoso mandato, quedaría en condiciones de dirigir al liberalismo y asegurar su unidad como uno de los dos grandes partidos colombianos.