Tardía autoridad financiera
No sería de extrañar, que para solventar la iliquidez de InterBolsa, el...
No sería de extrañar, que para solventar la iliquidez de InterBolsa, el Gobierno decida otorgarle un crédito blando, y para ello, recurra al 4X1000 que todos pagamos.Es poco probable que el presidente Santos permita, que este, según él, caso aislado, pueda obstruir su camino a la reelección, así sepa, que la iliquidez de InterBolsa no fue súbita, y que a sabiendas de ella, sus administradores asumieron obligaciones de pago sobre ingresos futuros e inciertos.Una vez más quedó demostrado que el indicador de solvencia de las instituciones financieras no es garantía absoluta para los inversionistas, y que de nada sirve tener solvencia patrimonial si no se tiene liquidez de tesorería.También quedó demostrado el temor reverencial del Estado a las instituciones financieras y su tolerancia complaciente frente algunas prácticas aventuradas. Pues no se entiende cómo el Superintendente Financiero admite que conocía la estrechez de caja de InterBolsa y sin embargo no hizo nada distinto a esperar, quizás, un milagro.Por mandato de la ley le corresponde a las Superintendencias ejercer vigilancia, inspección y control del mercado, en orden a garantizar su seguridad y transparencia, siendo claro que ante todo, la función que ejercen debe ser prospectiva para anticiparse a malas prácticas y disuasiva de conductas imprudentes o delictivas.Pero en Colombia sucede lo contrario. Las actuaciones de las Superintendencias son tardías y se asemejan a las de Medicina Legal: llegan a la escena de los hechos cuando todo está consumado y se limitan a practicar el levantamiento del occiso y a determinar las causas del deceso. En muchas ocasiones estas frondosas burocracias más que guardianes del mercado son sepultureras de la infamia.Baste recordar, la intervención tardía de la Superfinanciera frente a DMG; la pasividad de la Supersalud frente a los desmanes del sector; la tolerancia de la Supersociedades con las S.A.S. vinculadas a los carruseles de la contratación, la suplantación de Cooperativas de Trabajo Asociativo y la elusión y evasión al impuesto al patrimonio; así como, su complacencia con la liquidación ilegal de sociedades, burlando a jueces, trabajadores, proveedores y acreedores.Y qué decir de la de Industria y Comercio, que tolera la competencia desleal por usurpación de patentes, y cuando se le exige su intervención, alega la inexistencia de los presupuestos legales que dan lugar a ella.Asombra, que ante la mirada pasiva de la Superfinanciera, a muchos ciudadanos se les debite de sus cuentas, obligaciones prescritas adquiridas con establecimientos de comercio, ahora vinculados a grupos financieros.Si bien los ciudadanos deben pagar oportunamente sus deudas, no es admisible que la Superfinanciera permita que los bancos adquieran o cobren acreencias prescritas, pues con ello ponen en riesgo la solvencia del sistema y burlan la ley.También merece repudio que la Superfinanciera no obligue a los emisores de acciones a informar la clase de las que ofertan, ocasionando que muchos incautos las adquieran creyendo que son ordinarias cuando en realidad son preferenciales.La indulgencia del funcionario público frente a la contravención y el delito, es la tipología más perversa de la corrupción; hace tanto daño como la impunidad y alienta la trasgresión de la ley.