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‘Testigos’

Me había negado a ‘informarme’ del caso de Luis Andrés Colmenares, el...

20 de enero de 2013 Por: Rafael Nieto Loaiza

Me había negado a ‘informarme’ del caso de Luis Andrés Colmenares, el muchacho que perdió la vida en confusos hechos después de una parranda. Me pareció que el escándalo era elitista y que mayor atención debía ponerse en las decenas de campesinos y gente humilde asesinada a lo largo y ancho del país. Y si al principio me molestaba el cubrimiento privilegiado de la noticia porque los involucrados fueran uniandinos y porque el padre de una de las acusadas fuera un rico empresario, la molestia se torno en hondo fastidio cuando el caso se convirtió en un espectáculo del peor amarillismo.En eso tristemente ha devenido buena parte de nuestra ‘Justicia’. Es espectáculo, circo, escenario donde los periodistas reemplazan a los jueces y se convierten en señores de la verdad, aunque nada sepan del derecho y muy poco de los hechos que se discuten. Y donde fiscales y jueces deciden de acuerdo con la ‘verdad’ de los medios. Ese reemplazo de la justicia serena, equilibrada y objetiva, de la justicia seria, de la justicia justa, por una en la que se imponen los odios y los intereses y donde pesa más lo que los medios dicen que lo que se prueba en juicio, no puede sino terminar en desastre y en verdadera injusticia.Injusto es que Plazas Vega esté en prisión por un testimonio atribuido a un suboficial que ha afirmado bajo juramento que fue suplantado y que nunca declaró y por otro de un criminal que amenazó con retractarse porque la Fiscalía no le cumplió con las prebendas ofrecidas si acusaba al Coronel. Injusto que el general del Río esté condenado por dichos contradictorios de paramilitares, según reconoce el juez en su sentencia para acto seguido desechar los que favorecen al General y sólo darles valor a los que lo inculpan. Injusto que Sigifredo López estuviera detenido por testimonios no probados de guerrilleros en prisión. Injusto también que Carlos García Orjuela, expresidente del Congreso, fuera privado de la libertad por las mentiras de paramilitares detenidos y sólo dos años después fuera exonerado por la Suprema. Ahora se detiene a unos fulanos, Wílmer Ayola, Jonathan Martínez y Jesús Alberto Martínez, por falso testimonio en el caso Colmenares. Los tres mintieron y dijeron haber sido testigos, de una manera u otra, de su muerte. Con esa base fueron privadas de la libertad las dos muchachas señaladas y el exnovio de una de ellas. Yo no sé si Colmenares fue asesinado y si los acusados son responsables. Lo que sí tengo claro es que es inaceptable que la Fiscalía no se tome al menos la molestia de revisar la veracidad de los testimonios, de probarlos. Y que fiscales y jueces, apenas con la base endeble de los decires de cualquiera o, peor, de confesos criminales, detengan, acusen y condenen, sin respetar la presunción de inocencia y los principios generales del derecho que sostienen que la responsabilidad penal debe estar siempre plena e inequívocamente probada y que cualquier duda favorece al reo. Además, cuando hay oportunidad de corregir, ya barrieron con la honra de los acusados. Y los arruinaron, agotados los bienes y ahorros en el esfuerzo de la defensa. Para rematar, ya son muchas las acusaciones de que los fiscales ofrecen el oro y el morro a supuestos testigos para que declaren en contra de una u otra persona, de que se encargan ‘testigos’, de que se extorsiona con eventuales testimonios, de que hay un cartel. Es hora de que el Fiscal General ponga orden en la casa.

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