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Peligrosa censura del Big Tech

Hay que diferenciar entre las simpatías que se pueda o no tener por Trump y sus políticas y la calificación que se haga sobre la decisión de las grandes compañías de tecnología, las llamadas Big Tech, de cerrar las cuentas en las redes sociales de un Presidente.

17 de enero de 2021 Por: Rafael Nieto Loaiza

Hay que diferenciar entre las simpatías que se pueda o no tener por Trump y sus políticas y la calificación que se haga sobre la decisión de las grandes compañías de tecnología, las llamadas Big Tech, de cerrar las cuentas en las redes sociales de un Presidente de un Estado democrático y de varios miles de sus simpatizantes. Que la sombra de un árbol, que genera tantos amores como odios, no nos impida ver el bosque.

Muchos han sostenido que las Big Tech estaban en su derecho de cerrar a discreción el acceso a sus plataformas a algunos de sus usuarios porque son compañías privadas. Son privadas, claro, pero no son solo eso. Las que manejan redes sociales, son, de hecho, medios de comunicación. Su regulación debería ser similar a las de esos medios.

Y la regulación de los medios de comunicación está determinada por los derechos de pensamiento y expresión, reconocidos en los tratados de derechos humanos, que “no pueden estar sujetos a previa censura” y que no se pueden restringir “por vías o medios indirectos, tales como el abuso de controles oficiales o particulares […] o por cualesquiera otros medios encaminados a impedir la comunicación y la circulación de ideas y opiniones”.

Ahora, los tratados también establecen límites, entre ellos “[las] incitaciones a la violencia”. Pero la calificación de una expresión como incitación a la violencia no puede ser caprichosa o arbitraria. La incitación debe ser clara, manifiesta, inequívoca, y no resultado de lecturas subjetivas o partidistas de lo expresado. Y ciertamente no puede haber doble estándar. Mantienen sus cuentas de Twitter jefes de Estado de regímenes autoritarios como Díaz Canel de Cuba o Maduro. Y hay que recordar que Twitter se ha negado a bloquear a los negacionistas del Holocausto. Ese doble estándar pareciera dar razón a quienes indican que aplica sus políticas basado en preferencias ideológicas o partidistas, censura a los conservadores y es tolerante con los ‘progresistas’.

Por el otro, como resaltó Angela Merkel, la libertad de expresión solo puede restringirse “de acuerdo con la ley” y no “por decisión de los administradores de las plataformas de redes sociales”. Ahora, como también es muy peligroso dejar la regulación en manos de los gobiernos, valdría la pena explorar la constitución de consejos reguladores independientes, como los que existen en varios países europeos para la prensa escrita.

En fin, estamos en una paradoja: las redes sociales democratizaron la información y dieron voz a quienes no tenían acceso a los medios. Pero hoy son muy poderosas, más grandes y ricas incluso que muchos Estados, y parecen estar deviniendo en gigantes sin control, sin normas, sin supervisión, sin contrapoder. Si, además, censuran, si silencian determinados contenidos y a determinados emisores, si se alinean por motivos ideológicos y partidistas, sin las debidas garantías, terminarán siendo liberticidas.

Sigue en Twitter @RafaNietoLoaiza

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