Fanáticos vs. Demócratas
He concluido que, en el siguiente sentido, yo no soy Charlie Hebdo....
He concluido que, en el siguiente sentido, yo no soy Charlie Hebdo. Creo que el humor no tiene que pasar por la ofensa y la blasfemia. Ofensas y blasfemias que en el caso de la revista satírica francesa se extendían a otras religiones y no solo a la musulmana y que incluía a minorías políticas y raciales. Ridiculizar las creencias religiosas, insultar, ofender deliberadamente, es poco civilizado, poco respetuoso, poco tolerante.Dicho esto, yo sí soy Charlie Hebdo. Y lo soy porque creo que en una democracia el único límite a la libertad de expresión deben estar en la injuria y la calumnia y no en el criterio arbitrario de un funcionario gubernamental o de juez. Le tengo pavor a la censura y no dudo ni por un instante en que es un error acallar a quienes se salen del esquema, rompen los moldes, acuden a la sátira e incluso a la ofensa, son bufones o excéntricos. Por eso no deja de sorprenderme el silencio cómplice de quienes han callado con la persecución del Gobierno a los periodistas y columnistas críticos de su gestión.Y soy Charlie Hebdo porque, por supuesto, rechazo desde el fondo de mi alma la acción criminal de los fanáticos que deciden asesinar a quienes los ofenden. Quienes matan a quienes piensan distinto a ellos, sea cual sea el motivo, solo merecen la cárcel. Y eso incluye a los fundamentalistas, a los integristas islámicos, a los yihadistas de todos los pelambres que han decidido imponerle a los infieles, a punta de terror, su visión religiosa.Pero el problema no solo es el fundamentalismo religioso. El problema es el fanatismo en todas sus especies y variables, religiosas y políticas. Igual de condenable es el miembro de Al Qaeda que asesina por sus convicciones religiosas que el neonazi o el fascista por las suyas raciales o políticas. O el comunista, puestas así las cosas. Los que resultan detestables, y hay que condenar, son todos los que deciden que usar la violencia está justificado para alcanzar un ideal político o defender una visión religiosa. Y por ese ideal o por esa creencia secuestra, asesina, acude al terrorismo. Lo que se condena es el método, el medio violento para imponerle a los demás las creencias propias. Por eso en Europa el asesinato político es más duramente condenado que el común. El delito político es causal de agravamiento de la pena y nunca lo justifica.En Europa el asesinato de los miembros de Charlie Hebdo, y hace dos días de cuatro personas más, acorraladas por los terroristas en un mercado judío, ha movido a la unidad de los demócratas, sin distinción de religión, partido o ideología, en defensa de la libertad y contra el terrorismo. En su momento, fue lo mismo que consiguieron los españoles contra ETA. Aquí no hemos sido capaces.Peor aún, no solo no nos atrevemos a decir que no hay mayor diferencia entre los terroristas de Al Qaeda o el Estado islámico y los de las Farc y el ELN, sino que hay quienes defienden su supuesta motivación altruista y pretenden que sus crímenes queden sin castigo. Si los fundamentalistas islámicos están matando desde el 11 de septiembre, nuestros fanáticos asesinan hace cincuenta años. Sí, necesitamos unidad y acción contra los violentos, contra los terroristas, contra quienes quieren imponernos por la violencia su visión del mundo. Y necesitamos defender a quienes, así ofendan, solo tienen la palabra y el lápiz para expresarse. Es la libertad frente al terror, la civilización frente a la barbarie. Sí, también yo soy Charlie.