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¿Constituyente para las Farc?

Era obvio que el pulso fuerte estaría acá, en la participación política,...

23 de junio de 2013 Por: Rafael Nieto Loaiza

Era obvio que el pulso fuerte estaría acá, en la participación política, porque es donde se juegan su futuro. Si se convencieron de que aquí puede ocurrir lo de los vecinos, donde la izquierda radical llegó al poder por vía de las urnas y se ha atornillado, desmontando a cuenta gotas el sistema democrático, es previsible que las Farc intenten conseguir todo lo que les sea posible para garantizar su acceso al poder. Para eso pactar una constituyente, en particular una corporativista, es fundamental. Las Farc saben que no pueden competir voto a voto, porque su apoyo popular es minúsculo, y, en consecuencia, buscan que la representación se haga una parte por vía directa, con cupos asegurados para ellos, y otra por sectores, de manera que puedan poner sus fichas, penetradas como están las organizaciones sociales. Advierto que no estoy diciendo que todas esas organizaciones ni todos sus miembros pertenezcan o sean afines a las Farc. No lo son. Y la prueba está en las amenazas de la guerrilla, no suficientemente condenadas por los medios y por el Gobierno, a la CGT y a Julio Roberto Gómez. Nada que detesten más los radicales que a la izquierda democrática que les copa espacios sociales y políticos que ellos creen suyos. Pero no es menos cierto que el partido comunista clandestino y el movimiento fariano han infestado y controlan muchos de los movimientos sociales. Asegurar su participación en una constituyente es clave para la apuesta de la guerrilla.La constituyente es pues el camino para ganar lo que no consiguieron mediante las armas. Y hay muchas razones para no entregarles semejante triunfo. La primera y más importante, porque no lo merecen. Las Farc no solo no tienen ninguna legitimidad ni representación social, sino que son una pandilla de criminales crueles y sanguinarios que no han tenido límite alguno en la búsqueda de sus objetivos. Además, fueron derrotadas militarmente. Aquí no ha habido ni guerra civil ni empate militar, como sí los hubo en Centroamérica.La segunda, porque el régimen político colombiano, consagrado en la Constitución del 91, es, con todos sus defectos y debilidades, amplio, representativo y democrático. No estamos frente a un sistema autocrático, como los de las dictaduras del Cono Sur, o discriminador, como el de Suráfrica del apartheid, o políticamente bloqueado, como el de El Salvador. No hay pues necesidad de un pacto refundacional del Estado, que fue la naturaleza de los acuerdos de paz centroamericanos.La tercera porque sería abiertamente injusto y un paso atrás premiar a los violentos. No hay ninguna razón para favorecer a las Farc y, en cambio, hacerlo tiene un mensaje que incentiva la violencia: las armas sí pagan y traen beneficios y ventajas políticas. Más aun, Colombia tiene que dar un paso adelante en cultura política y dejar atrás, de una vez por todas, una larga historia de tratamiento favorable del delito político y de quienes usan las armas como instrumento ideológico. En los países civilizados la motivación política es un agravante del delito. Además, sería un retroceso. La Constituyente del 91 no fue pactada y si el M-19 tuvo en ella el 28% fue porque se lo gano a voto limpio. Y en el proceso con los paras hubo verdad, justicia y reparación y ninguna favorabilidad política. Y por supuesto, dice bien Santos, si no van a entregar las armas, no hay nada que hablar. Todo este sapo que quieren hacernos tragar es solo para eso: para que entreguen las armas. Si no, hay que pararse de la mesa.

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