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Popocentro 48048

De manera premeditada evado ir al centro y cada vez que...

22 de febrero de 2011 Por: Mario Fernando Prado

De manera premeditada evado ir al centro y cada vez que lo hago termino entre indignado y triste. Duele decirlo, pero el centro de Cali -salvo honrosas excepciones- es una pocilga. De nada sirvió la peatonalización de la Plaza de Cayzedo, convertida hoy en una venta ambulante más propia de los alrededores de una galería de la peor calaña, que de una ciudad que se preciaba de ser la segunda de Colombia y va para la cuarta que se las pela. Los ingentes esfuerzos hechos por el Municipio para arreglar la Plaza Mayor y por muchas empresas y comerciantes, e incluso particulares, no han podido con la anarquía que allí reina. Es un mundillo de informales que hacen lo que les viene en gana, en el que impera la ley del más fuerte con cartelitos que manejan andenes y sectores. Sin embargo, lo anterior no es lo más grave. Sucede ahora que el centro se ha convertido en un baño público asqueante, hediondo y mal oliente. La poposiadera y la orinadera producen, además de la fetidez, un espectáculo repugnante. No es raro toparse con charcos de orines y excrementos frente a la Catedral o al Palacio Nacional. Y es que allí, en el centro, viven y duermen cientos de vagabundos que comen los desperdicios que pescan al hurgar las bolsas de basura que vacían permanentemente ensuciando los andenes y, para rematar, hacen sus necesidades convirtiendo ese espacio en unas letrinas callejeras. Para colmo de males esos poposiaderos están ubicados por los lados de La Ermita (A propósito, ¿cuándo la volteamos?), el Parque de los Poetas, el viejo edificio de la Caja Agraria e incluso la Plazoleta de San Francisco, generando comentarios -injustos por demás- como el de un transeúnte que dijo que Cali está vuelta eme y huele a eme. Para lavar y limpiar estas porquerías se utilizan 50 mil litros de agua diarios que se vierten en las madrugadas a través de carrotanques que, muchas veces, no se dan a basto. Esta agua cuesta tres mil millones de pesos al año y podría utilizarse para regar todas las zonas verdes de Cali, o para dotar del precioso líquido a más de dos mil personas diariamente. Hay dos consideraciones que quiero compartir con los lectores: la una hace referencia a la autoridad que, si sabe qué sucede y dónde sucede, nada hace, porque la poposiadera sigue y aumenta, y uno se pregunta, ¿y los guardas cívicos qué? ¿Por qué no los ponen a controlar estos desmanes? ¿Acaso no fueron creados y se les paga para, entre otras cosas, inculcar cultura ciudadana? Y la otra es que luego del hundimiento de la Avenida Colombia, a la que le hemos dado más importancia que al del Titanic, ¿qué va a pasar con la gran Plazoleta de la Caleñidad que en los 3d y los reinders nos muestran unos espacios bellísimos para caminar la ciudad? ¿Acaso los vendedores ambulantes, que crecen y crecen cual sombras cuando el sol declina, no le tienen el ojo puesto a ese nuevo escenario para sus actividades -protegidas de alguna manera por el Estado- y también no se volverá un poposiadero ahora más ventilado con vista a los cerros y con las caricias limpiadoras de la suave brisa del mar por la ruta de Los Farallones? PD: ¿Ya saben cuál es el elefante verde? Y nadie dice ni hace nada. ¡Ni siquiera los estafados!

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