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Dos asaltos, M19 y Farc

No fue un asalto menor, tenía toneladas de crueldad porque al llegar la camioneta con los guerrilleros al garaje.

6 de noviembre de 2018 Por: Poncho Rentería

El día que los ilusos guerrilleros del M19 asaltaron el Palacio de Justicia yo estaba en el Capitolio Nacional a 115 metros del edificio asaltado. Estaba allí porque era parlamentario (con los votos de mi amigo Pardo Llada) y me acerqué con otros congresistas al sitio. No fue un asalto menor, tenía toneladas de crueldad porque al llegar la camioneta con los guerrilleros al garaje, se les acercaron dos sencillos guardias de ese palacio justiciero y les preguntaron: ¿Algo traen para entregar aquí? De respuesta les dieron a cada uno dos balazos en la cara a quemarropa, a 45 centímetros de distancia, los sesos de los dos guardias humildes asesinados quedaron sobre el parabrisas de esa camioneta.

Los guerrillos no buscaron desarmar a los dos guardias, fueron con sus revólveres directo a la cara de ellos. Cobarde crimen. Algo amargo: hoy no sabemos qué suerte tuvieron las familias de estas dos humildes personas. Lo que sí estoy seguro es que a sus hijos no los han nombrado en la diplomacia ganando miles de euros como a otros. Y seguro que a sus padres no les dieron una casa para vivir. Y eso produce vergüenza.
Para los muchos que vimos desde el Capitolio el asalto al Palacio de Justicia aquel noviembre, allí hubo un sangriento ejemplo de aventurerismo político porque actuaron como asaltando un banco.

Digamos que muy parecido su estilo matón al que empleó la guerrilla de las Farc cuando asaltó a los diputados del Valle en Cali. Cuando la avanzada de las Farc llegó a secuestrar a los diputados no desarmó al subintendente Cendales que estaba de guardia, no, ellos esperaron que él diera la espalda y por detrás, con una barbera de peluquería, le atravesaron el cuello y se desangró en minutos. Punto. Me preguntaba Lulita Arango, mi pareja: ¿Eso fue un acto político que merece perdones? No le respondí. Punto.

Noviembre siete y sigue la violencia en Colombia contra humildes uniformados. En tanto, miles de notables, miles de señorones categoría VIP se pasean por los sitios de turismo costeño en camionetas blindadas con escoltas que cobran viáticos y los pagan ustedes. Esa Colombia que paga impuestos dice hoy: “Los gobiernos derrochan y unos importantones que no corren ningún peligro tienen exagerada protección que nos vale millones”. Corran a la Dian, allá esperan su pago para pagar esas 8000 blindadas camionetas.

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