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En medio de la más difícil coyuntura de polarización y enfrentamiento que se haya vivido en la historia, en Colombia están pasando tres cosas que resultan positivas y fundamentales para el futuro del país.

27 de mayo de 2018 Por: Pedro Medellín

En medio de la más difícil coyuntura de polarización y enfrentamiento que se haya vivido en la historia, en Colombia están pasando tres cosas que resultan positivas y fundamentales para el futuro del país.

La primera es sorprendente: se está produciendo una politización de sociedad. Es decir, la política se está metiendo en todos los ámbitos de la vida ciudadana. Está llegando a todos los estratos. Hoy, en todas partes se está discutiendo de política. En unas ocasiones más agresivas que otras, pero es así. A veces las discusiones dividen familias o acaban amistades. Pero eso significa que a la gente le empieza a importar lo que sucede y lo que viene en el futuro. Y, frente al estado de cosas, está tomando una posición clara y definida.

Hay que ver cómo los sectores tradicionalmente ajenos a la política como los jóvenes se han metido de lleno en la discusión política. Y no intervienen de cualquier manera. Lo hacen informados y con argumentos. En colegios y universidades de la ciudad se observa que los jóvenes son cada vez más activos en las discusiones políticas. Se podrá estar de acuerdo o no con sus posiciones o a quienes apoyan, pero lo relevante es que están asumiendo un papel y un lugar en la vida del país. Y eso es muy valioso.

La segunda buena noticia es que la sociedad colombiana se está alinderando entre izquierda y derecha. Que los que entienden las cosas de una manera se ubican en un lado, y los que las entienden de otra pues se van para el otro. Eso es bueno. No sólo obliga a tomar posiciones claras y diferenciadas, sino también que eso aclara la política. La dignifica. Cada vez será más difícil ver a unos candidatos que en elecciones se enfrentaban, pero cuando cualquiera de ellos ganaba se iban a trabajar juntos. Como todos eran de ‘centro’, seguían tan campantes. Baste recordar cómo en unas presidenciales Serpa acusó a Uribe de paramilitar pero después aceptó ser embajador de su gobierno ante la OEA. O Rafael Pardo que acusaba de politiquería y corrupción a Juan Manuel Santos, luego aceptaba altos cargos de su gobierno.

Con lo que está sucediendo va a ser difícil ver a Gustavo Petro como embajador o ministro del gobierno de Iván Duque o viceversa. Y eso es bueno: que los que ganan las elecciones, ¡que gobiernen! Y los que pierden, ¡pues a oponerse con todo!

Y la tercera buena noticia es que Colombia ha entrado en el grupo de países con elecciones competitivas. Es decir, elecciones en donde será cada vez más difícil el fraude y la exclusión. La teoría política dice que hay elecciones competitivas cuando se cumplen tres condiciones básicas: 1) hay tantos candidatos como sectores que intervienen en la sociedad. Esto es que cada quien está representado por quienes aspiran a ser electos; 2) los ciudadanos están convencidos de que su voto vale, puede ser definitivo y sirve para cambiar las cosas; 3) hay confianza en el que escruta.

Hoy, los colombianos vamos a concurrir a unas elecciones competitivas: 1) Los votantes de todos los sectores, gustos y tendencias políticas, religiosas, sexuales o raciales tienen un candidato por el que pueden ejercer su derecho a elegir. Desde el extremo de la izquierda radical, hasta una derecha bien definida, pasando por representantes de las minorías Lgtbi, las iglesias cristianas o los ambientalistas; 2) Desde el plebiscito del 2 de octubre de 2016, los colombianos han descubierto que su voto sí importa. Y vale para expresar su opinión o para que cambien las cosas. Claro, habrá quienes vendan su voto,pero cada vez son menos; 3) pese al intento de Petro por tratar de invalidar los resultados, son más los que confían en la Registraduría. Y van tranquilos. Lo vamos a ver hoy, después de las 4:00 p.m.