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El desenfrenado centralismo de la paz

No hay duda que el Gobierno Nacional está seriamente comprometido con la...

4 de julio de 2016 Por: Pedro Medellín

No hay duda que el Gobierno Nacional está seriamente comprometido con la tarea de cerrar la negociación del fin del conflicto armado con las Farc. Son evidentes los esfuerzos que se están adelantando desde distintas entidades nacionales, para “sacar adelante” el plebiscito refrendatorio de lo que se suscriba en La Habana. Una avalancha de publicaciones oficiales exponiendo las virtudes de vivir en paz, están inundando los medios colombianos.Sin embargo, ese compromiso lejos de ser el resultado de un proceso planeado por las entidades gubernamentales, en realidad está revelando un desenfrenado activismo por la paz. Cada quien va por su lado y hace lo que puede con los recursos que tiene. Proyectos absolutamente plausibles como la pedagogía que ha diseñado y puesto en marcha el Departamento Administrativo de la Función Pública o el despliegue territorial de funcionarios que ha organizado el Sena para motivar el apoyo para el plebiscito, se constituyen en muy buenos ejemplos de empeño por hacer bien las cosas. Y como ellos, muchas otras entidades nacionales y tienen ya previstas una serie de actividades para lograr que los colombianos apoyen el referendo. El problema está en que no son el resultado de una acción coordinada ni ordenada. Es lo que cada quien ha organizado por su cuenta, convencido de que se trata de una contribución, o luego de una conversación o alguna petición del zar en Cuba, Sergio Jaramillo, o el ministro del Posconflicto, Rafael Pardo. Pero nunca de un plan estructurado con objetivos, metas e instrumentos decididos. Todo es activismo puro y duro. Ese activismo desenfrenado, pone en evidencia las dificultades que todavía no se están percibiendo en toda su magnitud. En primer lugar, el Gobierno Nacional está más concentrado en sacar adelante la votación que apruebe el plebiscito, pero sin pensar que más allá está la implementación de los acuerdos que, con la excepción de tres o cuatro entidades, afectan al conjunto del aparato gubernamental colombiano. Y esa es una tarea muchísimo más compleja que la de promover el apoyo a lo que se acuerde en La Habana. Y en segundo lugar, todo el activismo de las entidades nacionales se lleva a cabo sin considerar (ni consultar) la opinión de alcaldes y gobernadores. Pareciera que el gobierno no cuenta con los gobiernos departamental y local, para adelantar las tareas necesarias para sacar adelante la votación o implementar los acuerdos que se suscriban en La Habana. No de otra manera se explica que gobernadores, como el del Tolima, y algunos alcaldes se hayan negado o se puedan negar a aceptar que parte de las regiones y municipios de su jurisdicción se conviertan en zonas veredales de transición (para que se agrupen los frentes para la entrega de las armas) o en zonas de campamento (para la cúpula de las Farc), simplemente porque desconoce las capacidades y la disponibilidad de recursos de los municipios escogidos por la mesa de La Habana, para adelantar las tareas previstas en los acuerdos.La sensación que queda es que la negociación entre el gobierno y las Farc, solo tiene dos puntos concretos para las partes lleguen a suscribir los acuerdos para el fin del conflicto armado: Lo que se acuerde en La Habana y lo que se decida en Bogotá. Todo lo demás no existe. Es la expresión más cruda de un centralismo que solo el gobierno nacional se resiste a entender que está completamente agotado y no tiene ninguna viabilidad: El centralismo gobierno/Farc. Si el gobierno no rectifica ese centralismo absurdo, va a resultar todavía más difícil que los pobladores de municipios y departamentos puedan constituirse en soporte electoral del plebiscito y luego en la fuerza de trabajo para la implementación de los acuerdos.