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El afán y el cansancio

Hace mucho tiempo que Colombia no atravesaba un periodo de incertidumbre tan...

18 de enero de 2016 Por: Pedro Medellín

Hace mucho tiempo que Colombia no atravesaba un periodo de incertidumbre tan grande. Pero no se trata tanto por las previsiones a la baja de los indicadores económicos que buscan que los agentes de la economía se preparen para lo que será un muy difícil año 2016. Más bien se trata de las decisiones de política que están oscureciendo aún más el panorama, aumentando la percepción de descuelgue de la economía que se vive en el país.¿Cuál era el afán de vender en subasta a Isagén aún sabiendo que habría un único oferente? ¿Por qué el Gobierno, así como cambió las condiciones del negocio aumentando el precio base, no amplió el tiempo requerido para que los interesados consiguieran otros accionistas que aportaran los fondos para entrar en la puja por el 57.6% de las acciones de la empresa? ¿Estaba consciente el Gobierno que esa venta forzada, lejos de enviar un mensaje positivo a los mercados, más bien ponía en evidencia una situación dramática de las finanzas públicas del país?Es evidente que si el Gobierno hubiera sido consistente con el propósito de vender al mejor precio posible a Isagén, pues habría buscado que la subasta se desarrollara bajo los criterios de puja económica para la venta al mejor postor. Y en el caso de Isagén es claro que por el afán de realizar el negocio, la empresa no se vendió al mejor postor, sino al único que se presentó.Que los más de 6.48 billones de pesos que el Gobierno recibirá por la venta de la empresa, le permitirán apalancar recursos para el desarrollo de la infraestructura vial del país, es cierto. Pero así como no garantizan que con los nuevos inversionistas, se van a mantener las inversiones en energía para zonas poco rentables, tampoco los nuevos recursos resultan suficientes como para asegurar la financiación de la totalidad del programa previsto, que fácilmente supera en cuatro o cinco veces el valor recibido por Isagén.Si no hay una razón económica visible, ¿habría una razón política que justificaría mantener la venta para el 13 de enero? ¿Acaso porque estaba ante el riesgo de que, si no aprovechaba la vacancia judicial, los jueces habrían dado curso a alguna tutela que paralizara la venta de la empresa? ¿O más bien se trataba de sacar ventaja de una coyuntura en la que el cierre del Congreso, impedía que una sorprendente mayoría de senadores y representantes que estaban en contra de la subasta, se manifestara y actuaran, amarrando las manos al Gobierno para impedir que se vendiera la empresa?Todas estas razones aparecen como de escaso peso argumental para justificar que el gobierno Santos por primera vez en sus cinco años y medio de gobierno mantuviera su decisión de vender la empresa, y efectivamente la vendiera, a pesar de la multiplicidad de razones y evidencias que se oponían a la venta a la decisión de hacerlo. Incluso ante la amenaza de algunos congresistas aliados, de abandonar la coalición de gobierno que ahora tanto necesita para sacar adelante proyectos de ley claves para garantizar las negociaciones de La Habana.El verdadero problema está en que por el afán de vender Isagén no se permitió ampliar el tiempo que garantizara que la subasta se diera como una puja entre, al menos, dos oferentes. Así, quedamos ante el riesgo de que si una de las demandas contra la venta fructifica, los colombianos tendremos que asumir no sólo el pago de los 6.48 billones de pesos que desembolsaron los inversionistas canadienses. También los costos adicionales por la indemnización que exigirán por no haber cumplido con las condiciones del negocio. Del afán no queda...