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En la mitad de la guerra fría

Que Colombia pudiera llegar a quedar en la mitad de un conflicto mundial, que parecía bastante improbable, era algo que no cabía en la cabeza de nadie.

27 de enero de 2019 Por: Patricia Lara

Que Colombia pudiera llegar a quedar en la mitad de un conflicto mundial, que parecía bastante improbable, era algo que no cabía en la cabeza de nadie.

Pues no, señores, resulta que ahora, dada la crisis generada por el desastroso gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela, la cual nos ha impactado directamente con la llegada de cerca de dos millones de inmigrantes venezolanos que huyen del hambre en su país, y dada la actitud protagónica del gobierno del presidente Duque, que se ha vuelto el alfil de Trump en la región, en este momento estamos ad portas de que nos estalle un conflicto de escala mundial a dos centímetros de nuestra frontera.

Dado el manejo imprudente que a mi juicio le ha dado este gobierno a la crisis de Venezuela, la situación para nosotros, como país fronterizo y carne de cañón, no puede ser más peligrosa: por una parte, estamos de mandaderos de Trump, quien no descarta la opción militar en Venezuela; por otra, hemos toreado al máximo, al loco e impulsivo Maduro; por otra más, el plan para tumbar a Maduro no está siendo tan fácil de ejecutar como los gobiernos de Estados Unidos y Colombia creían, porque los militares venezolanos le manifestaron su apoyo a Maduro, en la OEA faltaron dos votos para que obtuvieran la mayoría que le permitiera al organismo reconocer como primer mandatario al Presidente de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó, quien se autoproclamó Presidente interino de Venezuela y, como si lo anterior fuera poco, las otras dos grandes potencias, China y Rusia, no reconocieron a Guaidó y apoyaron a Maduro.

Es más, Rusia, que hace poco parqueó por unos días dos poderosos aviones de combate en Venezuela, señaló que esta maniobra es una “violación al derecho internacional” y una “usurpación del poder” por parte de la oposición.

Al cerrar esta columna, ya se acercaban a veinte los muertos en las protestas callejeras del vecino país; Maduro había roto relaciones con Estados Unidos, había exigido que sus funcionarios abandonaran el país y el plazo para que salieran estaba a punto de cumplirse; por orden de Trump, la mayoría iba a irse de inmediato de Venezuela, pero iban a quedar cerca de treinta; y en una reunión del Consejo de Seguridad de la ONU, convocada por Estados Unidos, iba a tratarse la crisis de Venezuela, no obstante que Rusia se oponía a que allí se estudiara el tema.

Hoy se ven cuatro posibles desenlaces de la crisis: que un sector de los militares, lo suficientemente poderoso, decida darle un golpe a Maduro, lo cual no parece probable por ahora; que se dé una negociación política entre la oposición y el sector menos recalcitrante del chavismo, quizás con la mediación de México y con el auspicio de la Unión Europea, y que convoquen a elecciones y le encuentren una salida a Maduro y a los militares, que es la opción más sensata y deseable; que Maduro se atornille en el poder con el apoyo, por razones geopolíticas, de Rusia y de China; o que estalle una guerra civil.

Desgraciadamente, las dos últimas opciones parecen las más probables. Y, en ambas, los más perjudicados, después de los venezolanos, seríamos nosotros: porque con la animadversión de Maduro, y con el Eln, lanzado a una guerra máxima para pelear con Duque y ayudarle a su amigo de Venezuela, la situación para los habitantes de nuestra frontera, y para los colombianos en general, se tornaría casi invivible.

Sigue en Twitter @patricialarasa