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Talleres de aburrimiento

Vivimos en una sociedad que considera al aburrimiento como uno de los...

23 de octubre de 2016 Por: Paola Guevara

Vivimos en una sociedad que considera al aburrimiento como uno de los grandes enemigos a vencer, al lado de Isis y la obesidad mórbida. ¿Dejar que los niños se aburran? ¡Infamia suprema! ¿Dejarles horas de ocio disponibles? ¡Sacrilegio! ¿Dejar que sufran un trayecto de avión sin una tableta electrónica con sus series favoritas? ¡Crueldad extrema! ¿Que para los 7 años no hayan tomado clases de violín, karate, yoga, mandarín, cocina y bollywood dance? ¡Sospechoso!

Los padres ‘Black Hawk’, como helicópteros, volamos a salvar a los niños del tiempo muerto y saturamos las agendas infantiles de mil talleres, cursos, clases extracurriculares y hasta terapias correctivas de todo tipo de urgencias modernas, desde la falta de tonicidad muscular hasta -y esto es verídico- talleres para aprender a masticar los alimentos. La versatilidad de la oferta moderna es sorprendente.

Tárdese usted dos días en inscribir a su hijo en los talleres complementarios del colegio, y ya no habrá cupo, el que se durmió, se durmió. En fin, todo lo que sirva para evitarles a los niños el “flagelo” del tiempo libre es bienvenido, porque ahora salvar a los niños del ‘coco’ del aburrimiento alimenta un poderoso rubro de la economía. Estoy pensando, por tanto, en ofrecer costosos talleres de aburrimiento a domicilio, patentar un método pedagógico inspirado en la bola de heno que rueda libre por las películas del lejano oeste. Algo así como ‘The Zzzzz Therapy’ (All Rights Reserved).

Se nos olvida que el aburrimiento en la infancia es necesario y poderosísimo. Porque solo el aburrimiento extremo, entendido como la prolongada ausencia de estímulos cautivantes, obliga al cerebro a activar ciertos mecanismos muy complejos, entre ellos el ejercicio de pensarse a sí mismo.El aburrimiento en casa -los que crecieron sin 300 canales de Tv. lo saben- obliga a la mente a diseñar jardines interiores, a reconocer los accidentes geográficos y la tridimensionalidad de las emociones profundas; nos obliga a entrar en contacto con la conciencia sobre nosotros mismos y nos conduce a plantearnos las preguntas filosóficas por excelencia: ¿Quién soy? ¿Qué hago aquí? ¿Cuál es el propósito de la existencia?Y si aparte hay libros cerca, qué placeres se abrirán para aquellos niños que logren encontrar en las letras el portal místico hacia otros mundos y otras experiencias enriquecidas.

Porque si el estímulo que nos entretiene siempre viene ya hecho, procesado y apabullante, en qué desventaja quedará nuestra voz interior.

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