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Querido Twitter

Lo nuestro venía mal hace tiempo. Nació muerto o herido de muerte. Ya sé que has hecho el deber de cambiar y hasta ampliaste el número de caracteres, pero sigo sin caber en tus estrechos patrones.

3 de diciembre de 2017 Por: Paola Guevara

Lo nuestro venía mal hace tiempo. Nació muerto o herido de muerte. Ya sé que has hecho el deber de cambiar y hasta ampliaste el número de caracteres, pero sigo sin caber en tus estrechos patrones.

Tú quieres de mí conclusiones prontas, verdad revelada; dogmas, antes que matices; blancos y negros, descartando mis grises. Me quieres sintética, y yo con mi búsqueda estética.

Yo quería escribir cartas largas y tú insistes en este amor telegráfico, que escatima en palabras y argumentos; una relación que va al grano, siempre en directo.

Y qué es el español, querido Twitter, sino esa lengua romance que se regodea en los giros, que toma la ruta larga, que se explaya y da rodeos para hurgar en los extramuros del sentido.

Tienes el ceño fruncido, eres huraño, parecido al Derecho Romano donde ‘lo escrito, escrito está’.

Y yo con ganas de ser consuetudinaria, de crear precedentes para luego cambiar de parecer, de pensar una cosa y luego otra, de asumir la lengua como el pensamiento vivo que muta, que gira, que se transforma.

Y tú con esa manía de no dejarme editar los tuits, para casarme siempre con mis propios errores, para echarme en cara lo dicho hace años, para recordarme lo que fui sin admitir lo que hoy recapacito.

Desde que estoy contigo me insultan los desconocidos y me malinterpretan los conocidos. Me amenazas con revelar nuestras viejas conversaciones a los cazadores de talento, a los reclutadores, a los ‘head hunters’, por eso contigo soy tan dubitativa, tan paranoide, casi esquizoide.

Y aparte me exiges un repentismo que no poseo, porque soy ese tipo de persona que descubre la frase perfecta tres años después del incidente ocurrido, porque soy un lento procesador de emociones, un pausado decantador de impresiones.

Y porque, como dice Haruki Murakami en ‘De qué hablo cuando hablo de escribir’, los que escribimos no somos tan inteligentes como nos gusta creer. Si lo fuéramos no necesitaríamos 180 páginas de una novela para resolver un pendiente.

Porque algunos de nosotros, querido Twitter, sólo aspiramos a escuchar y que nos escuchen. Ni seguidores ni seguidos, queremos hacer sentido; tomar cuarenta cafés para expresarlo bien, y tú con un sorbo tienes más que con cien.

Ya no hacemos buena pareja en red. Seguiremos siendo amigos, pero me voy con quien exija de mí menos furia, menos fanatismo e indignación.
Hallarás consuelo en los políticos, con sus anuncios inverificables que les dan sensación de papel cumplido, con sus llamados al miedo y al odio, con su radicalismo. Sé feliz con ellos.

Brevemente tuya, @PGPaolaGuevara

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