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Profesión expresidente

Ojalá el presidente Santos, llegado el momento, sepa retirarse con altura. No queremos verlo convertido en otro de los tantos expresidentes insufribles, intrusivos y megalómanos que enrarecen el aire para luego prometer oxígeno.

2 de julio de 2017 Por: Paola Guevara

Los Millennials tienen nuevas profesiones; muy rentables, por cierto. Pueden convertirse en Instagramers y ser contratados para viajar a todas las ferias de moda, hoteles y restaurantes del mundo con solo el poder de sus fotos y su influencia digital.

Pueden ser Speakers y dar conferencias sobre felicidad; o Coaches, y decirles a las empresas cómo ser más humanas; o Bloggers y Youtubers, y ser seguidos por millones de personas sedientas de escuchar sus historias.

Estas y muchas maneras actuales de ganarse la vida sin delinquir pueden parecer triviales, pero sin duda son más maduras, constructivas y tienen mejor reputación que la rancia profesión de “expresidente colombiano vivo”.

Allí vemos al que juró no haber visto entrar los millones del narcotráfico a su campaña, dando cátedra sobre lo divino y lo humano cuando ya para qué.

Allí está el otro expresidente -el que intentó hacer la paz desde una silla vacía; el que despejó territorio nacional para beneplácito de la guerrilla y sumió al país en la fase más sangrienta de su historia reciente-, intrigando, urdiendo, conspirando contra los que sí pudieron lograr lo que él no logró.

Y el otro, que destroza la imagen de Colombia en el exterior cuando condenó a otros por hacer lo mismo durante su gobierno. Empeñado en que si Colombia no es suya no será de nadie, en que si Colombia no vuelve a sus manos destruirá su honra, hasta que quede tan herida y confundida que no tenga más alternativa que volver a él, como todo mal ‘ex’.

Barack Obama, en cambio, confesó en una entrevista que su sueño de expresidente sería abrir una pequeña tienda de camisetas blancas talla ‘M’ en Hawaii, para no tener que volver a decidir nada trascendental. Sabio él.

Ojalá el presidente Santos, llegado el momento, sepa retirarse con altura. No queremos verlo convertido en otro de los tantos expresidentes insufribles, intrusivos y megalómanos que enrarecen el aire para luego prometer oxígeno.

Que aguarde el juicio de la historia desde su jardín y no desde su cuenta de Twitter; que resista la tentación de meter el palo en la rueda; que se dedique a viajar, a dar conferencias, a leer las novelas que no ha podido despachar en todos estos años; que se preserve enérgico y sin amargura para los nietos que vendrán; que no reconozca enemigos y comprenda con donaire a quienes -es inevitable- lo traicionarán (incluido Pinzón).

Que anhele un gran sucesor, no un títere, y entienda -para variar- que nadie ‘ex’ indispensable.

Sigue en Twitter @PGPaolaGuevara

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