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La trampa de la mujer maravilla

Las mujeres de mi generación no fuimos diseñadas para las tintas medias....

28 de marzo de 2016 Por: Paola Guevara

Las mujeres de mi generación no fuimos diseñadas para las tintas medias. Lo queremos todo, y luego un poco más si es posible. Las maestrías, los doctorados, la carrera exitosa, los viajes, la independencia, la realización laboral y artística, los hijos, el romance, el anillo en el dedo, la pareja estable (sí, negar a muerte que necesitamos a un hombre hace parte de nuestro guion), la tarta en el horno, la casa perfecta, el peso “correcto”, el abdomen marcado, la juventud extendida… ¿Renuncia? ¿Sacrificio? ¿Resignación? Hace tiempo que esas palabras salieron del diccionario y la ‘Real Academia Femenina’ las reemplazó por otra mejor: “Empoderamiento”. Lo cual es maravilloso, hasta que descubrimos que nunca es suficiente. Que, tras cada nuevo reto, nuestro tiempo para el ocio se hace más estrecho que la porción de postre permitida en el plato.No basta con ser profesional competente, madre y esposa, amiga, socia, emprendedora y líder humanitaria. Hay que hornear como Anna Olson y ser anfitriona a lo Martha Stewart; correr la 3 k, la 5 k, la 10 k, ser delgada, comer semillas de chía, tomar té verde contra la oxidación de nuestras bisagras y marcar los músculos en el nivel exigido: más que modelo y menos que fisicoculturista.Sabemos que jamás hubo un tiempo tan desafiante para ser mujer, y nos aprestamos a saborear las infinitas posibilidades de realización que nos ofrece el momento histórico. Y al tiempo resulta sencillamente extenuante vivir a este ritmo…La libertad debe ser usaba para elegir más libertad, pero si con la libertad elegimos más y más esclavitud no sorprende que “se fundan nuestros cuerpos”, no como en las canciones de amor sino como ocurre con las bombillas saturadas.Tras la euforia de nuestro tiempo hay una trampa no confesa y autoimpuesta que nos arroja exhaustas a la cama cada noche. Vivimos el agobio silencioso de los espacios vacíos del ‘check list’ y el tiempo es un bien cada vez más escaso, porque alimentar el mecanismo de ser lo que otras mujeres soñaron ser y no pudieron llegar a ser nos exprime como toronjas en el mecanismo giratorio de la vida. Parar. Priorizar. Cuestionar la idea del éxito y, quizá, empezar a perder. Perder, por ejemplo, la batalla contra las líneas de expresión, contra la panza postparto y, sobre todo, contra la tiránica utopía de la mujer maravilla.

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