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¿Aislamiento? ¿Inteligente?

Por el bien de todos, de la vida, de la salud, de la economía, del empleo, esperamos que funcione a las mil maravillas el “aislamiento inteligente”.

6 de abril de 2020 Por: Paola Guevara

Por el bien de todos, de la vida, de la salud, de la economía, del empleo, esperamos que funcione a las mil maravillas el “aislamiento inteligente”; sin embargo, tendríamos que empezar por definir qué significan esas palabras para un colombiano.

Aislamiento para los habitantes de Berlín significa algo distinto que para los habitantes de Bogotá que salieron el fin de semana, en masa, a “aislarse” juntos en Villa de Leyva.

Inteligencia social significa algo distinto en Japón, donde la gente duerme de pie en el transporte público, apoyando la cabeza en el brazo porque confía que nadie va a venir a robarle. Otra, muy distante, en el impuntual transporte público nacional donde el viejo toca a la niña, el joven le quita la silla al viejo, la maleta del estudiante es saqueada, la del oficinista marcada, la del ladrón requisada.

Nuestra mentalidad, que confunde hacinamiento con virtud, está diseñada para la cama franca, la gaseosa con siete pitillos, el baile en masa humana palpitante, las mil y una ferias y fiestas y el corrillo vecinal.

Aquí se le llama espacio a los tres centímetros entre carro y carro, entre moto y moto, y hasta a la calle doble donde los políticos pintan cuatro carriles y añaden taches, bolardos, arbolito enraizado bajo loza de cemento, ciclorruta más zona azul de parqueo.

En Colombia una fila de banco no deja margen para el aislamiento, para la burbuja personal, porque todo brevísimo espacio es leído como una invitación a llenar el insoportable vacío. Y se dispara entonces esa pulsión incontenible de colarse, meterse, saltarse, avisparse, guardar puesto o, de ser posible, venderlo.

Sin contar con la dudosa eficiencia de los mismos bancos, con diez módulos relucientes donde atienden solo dos que charlan, sistema caído, líneas telefónicas colapsadas; cajeros dañados y grupo de diez curiosos que comenta cuál sirve y cuál no está dando plata. Y no hablemos de la inteligentísima app bancaria para móviles, que solo se activa desde el cajero o directamente en oficina autorizada. Genialidad de genialidades, a la colombiana.

Por la misma vía de las máquinas para pago de parqueadero en los centros comerciales, gran generadora de colas y empleos, pues cada aparato necesita técnico diario, dador de golpes, receptor de quejas y, finalmente, asistente personalizado para impresión de recibos.

Lo que el aislamiento inteligente requiere, escasea más que el alcohol en gel. Implica una revolución de las costumbres y los saberes, una apuesta por la eficiencia, el uso del tiempo y la excelencia en el servicio.

Será cuestión de vida o muerte usar ese talento para la cercanía de otra manera: estrecharnos menos de cuerpo, quizá, pero contener mejor al otro, al que depende de usted, al que pasa hambre, al que quedó desprotegido, al que necesita más. Entonces hablaríamos no de aislamiento, sino de cercanía inteligente.

Sigue en Twitter @PGPaolaGuevara

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