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Amor por las armas

Escribo desde Estados Unidos donde no hay un solo periódico que no dedique extensas páginas a la noticia y al análisis del más reciente caso de tiroteo escolar.

20 de mayo de 2018 Por: Paola Guevara

Escribo desde Estados Unidos donde no hay un solo periódico que no dedique extensas páginas a la noticia y al análisis del más reciente caso de tiroteo escolar. El joven de 17 años que asesinó a 9 de sus compañeros de escuela en Texas y a una profesora que se encontraba haciendo turnos de reemplazo.

Sin contar con los heridos que dejó este estudiante, quien usó el arma de su padre y que no intentó negar los hechos una vez fue desarmado por la Policía, pero que sí dijo algo que me resulta particularmente inconcebible.

Expresó que no disparó indiscriminadamente sino que seleccionó con cabeza fría su ‘target’, es decir, los estudiantes objetivo de su furia, y se cuidó de no matar en el mismo salón de clases a los alumnos que le resultaban simpáticos, para que estos tuvieran el privilegio o la oportunidad de contar su historia.

Una especie de premio: te comparto una cuota de mi celebridad instantánea, por haber sido bueno conmigo; cuando sea famoso en la liga de los asesinos de escuelas te concederé la vida para que cuentes lo ocurrido y hables de mí y hagas parte de la historia también.

Qué regalo más tétrico, que nos revela cómo la enfermedad de la fama y la celebridad, así sea por las razones erradas, puede llegar a ser la máxima aspiración de los descartados de una sociedad. Claro está, si tienen un arma en la mano.

En dos cosas coinciden los medios aquí. Primero: las palabras se han agotado. Los eternos llamados a orar, que suelen provenir de líderes políticos incapaces de tomar una postura crítica contra la deificación de las armas y la extrema libertad de su porte, ya no tienen nada más que aportar.

Segundo: delegarle a Dios la tarea de cuidar almas que no cuidamos en la tierra con decisiones concretas no es más que complicidad. Lo peor de todo: no se vislumbra ninguna salida. Volverá a ocurrir, habrá más tiroteos en escuelas, no cabe ninguna duda.

El medio local de la ciudad de Nueva York optó por una portada enteramente negra y un dato: han muerto más personas por tiroteos en escuelas en los Estados Unidos este año que soldados en Afganistán. Y no pasa nada.

Tal vez Colombia no tenga casos de tiroteo escolar como estos, tan propios de la psiquis americana. Pero sí compartimos con ellos la deificación de la guerra, la pasión por las armas, la facilidad para clamar la violencia, la nostalgia por los ‘buenos tiempos’ en que morían miles al año, la conciencia enrarecida que hace creer que hay buenos muertos, la dureza de condenar como ‘ingenuos’ a los que no abrazan la fe en la salida militar. Aquí, como allá, necesitamos desarmar las conciencias.

Sigue en Twitter @PGPaolaGuevara

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