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Santos, el negociador

Retirar la reforma a la Ley 30 si los universitarios deciden regresar...

11 de noviembre de 2011 Por: Paola Andrea Gómez Perafán

Retirar la reforma a la Ley 30 si los universitarios deciden regresar a clases. Esa costosa decisión política, que para muchos es una ‘patrasiada’ más del Presidente, resulta una prueba clara del estilo negociador que quiere imponer Juan Manuel Santos.Un viraje total a la beligerante manera de gobernar un país, a la que terminó por acostumbrarse Colombia, con todas sus virtudes y defectos. Hoy, 15 meses después de haber iniciado su mandato, lo que está claro es que al presidente Santos no le interesa cazar peleas eternas y puede incluso revertir decisiones. Y es capaz de “devolverle flores” a la andanada virtual de su antecesor e impulsor, Álvaro Uribe, de quien la semana pasada, días antes de la muerte de Alfonso Cano, sufrió la más dura tormenta de críticas.Porque justo cuando Uribe, a través de tweets, lo reprochaba por tener un gobierno que no escucha, que no defiende el país y ausente del fervor popular, Santos reflexionaba que ese fervor era una decisión que dejaba en manos del pueblo, no sin antes advertir que quizás era mucho lo que faltaba por hacer. “Desde acá puedo decir, con el corazón en la mano, que nada ni nadie –ni siquiera mi muy admirado antecesor– lograrán que yo critique su gestión o me convierta en su enemigo”.Ese, y no otro, es el marcado estilo Santos, quien a pesar de no tener el carisma de Uribe y de provenir de la más rancia alcurnia bogotana, decidió jugársela con un tono pacifista, incapaz de alzar la ceja ante la más fuerte arremetida de sus opositores. Tono que para muchos conocedores obedece más a una estrategia calculada y fría para mantener las aguas mansas. Porque ni la desfachatez del presidente de Ecuador, Rafael Correa –quien dijo este martes en Bogotá que su gobierno no iba a llamar terroristas a las Farc porque a un gobierno se le ocurrió llamarles terroristas– fue capaz de descolocar al mandatario colombiano de su sitio. En respuesta, y al más purista estilo Santos afirmó: “A nuestros amigos de América Latina y del mundo les decimos que este es un problema colombiano que lo vamos a resolver los colombianos”.Recomponer las relaciones con sus belicosos vecinos de Venezuela y Ecuador, no confrontar públicamente con el vicepresidente Angelino Garzón, cuando todo el mundo pensó que la relación se haría inmanejable; la negociación del salario mínimo, la inclusión de contradictores del gobierno Uribe a su gabinete ministerial –caso notorio Rafael Pardo– y el llamado a la paz, tras la muerte del máximo líder de las Farc son algunas muestras del modo Santos de gobernar.Hoy, cuando aún celebra las mieles del triunfo tras la caída de Cano, Santos enfrenta el difícil reto de salir de la encrucijada en que se le convirtió el proyecto que reforma la Ley 30 de Educación Superior, luego que el movimiento estudiantil lograra ayer una manifestación sin precedentes. Y será esta una prueba de cuán hábil es al revisar una propuesta en la que se critica el solo incluir a los estudiantes en la difusión y no en la construcción. Lo que queda claro es que las buenas rachas de Santos no son sólo fruto de la estrella o la supernova que lo acompaña y de la que habló el senador Armando Benedetti. Son también fruto de ese manejo prudente con que le está hablando al país, justo cuando arrecian las más fuertes tempestades.