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James, el embajador

No es chovinismo ni carreta. Es una realidad y cuánto bien nos...

6 de noviembre de 2014 Por: Paola Andrea Gómez Perafán

No es chovinismo ni carreta. Es una realidad y cuánto bien nos hace: los logros de muchos de nuestros deportistas y artistas, con James Rodríguez a la cabeza, se han convertido en la más bella carta de presentación de Colombia en el mundo. No recuerdo un mejor momento para la imagen del país en su historia reciente. Es como si estuviéramos espantando todo aquello que nos ha hecho daño para mostrar nuestra cara positiva: la de gente buena, emprendedora y capaz, que germina en distintos rincones de nuestra geografía.Fíjense nada más: en su reciente visita a Cali, Chris Gardner, el autor del best seller ‘En busca de la felicidad’ mostraba en su conferencia imágenes de niños y luego adultos que creyeron en su sueño y hoy son grandes. Y junto a la imagen de Will Smith, Barack Obama y Oprah Winfrey apareció James Rodríguez, un colombiano que desde pequeño superó los obstáculos, se preparó para ser el mejor y hoy está en el equipo más mediático y poderoso del mundo. Camilo Herrera, gerente de la firma Radar y experto en mercadeo, contó el pasado jueves en Cali que estando en Inglaterra, por los días del Mundial, alguien le preguntó de dónde era y él respondió, que de Colombia, esperando el chaparrón: “Coca, narcotráfico, Pablo Escobar”. Cuál no fue su sorpresa cuando empezaron a recitarle otros nombres: James Rodríguez, Nairo Quintana, Catherine Ibargüen. Sin duda, aún persisten muchos lunares que nos avergüenzan, como la exportación de lo peor de nuestro producto interno bruto: fleteo, secuestro exprés, sicariato y la saga de series y novelas del Capo, los sapos, las muñecas de la mafia y otros demonios. Sin duda, somos tropicales y hacemos payasadas como las vistas la semana pasada con el príncipe Carlos. Sin duda, somos un país desigual, azotado por la violencia y no vivimos en ciudades europeas. Pero hoy nos miran con otros ojos e incluso protestamos y exigimos disculpas como lo hicimos con la actriz holandesa Nicolette Van Dam, embajadora de la Unicef que reprodujo en su twitter un montaje de Falcao y a James tendidos en la grama, aspirando el spray del árbitro, como si se tratara de cocaína, con una leyenda suya que decía “Colombiaans muurtje” (muro colombiano).Nicolette debería recibir clases de James, nuestro embajador, el chico humilde que agradece a su padrastro y a su madre; anda con los pies en la tierra, ayuda a los niños de Ibagué, y corre la cancha del Bernabeu de arriba abajo, demostrando lo profesional que es y por qué está donde está. Esa es la Colombia que queremos, la de James, Nairo, Yuri, Catherine y Orlando. La de esos guerreros que superaron la adversidad y hoy son el mejor producto de exportación de esta tierra sufrida e inmensamente buena.