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El Calvario embera

Una bebé muerta. Decenas de niños viviendo en condiciones deplorables. Decenas de...

29 de enero de 2015 Por: Paola Andrea Gómez Perafán

Una bebé muerta. Decenas de niños viviendo en condiciones deplorables. Decenas de mujeres mendigando con sus hijos en las calles. Decenas de indígenas, 199 para ser más exactos, hacinados en un inquilinato, en la pobreza extrema. Todo eso está pasando en el corazón de Cali, en ese sector conocido como El Calvario, donde se proyecta construir la ‘Ciudad Paraíso’. Todo eso ocurre en la capital del Valle, que en su historia reciente ha sido escenario de migraciones, fruto del desplazamiento. Todo ello contribuye a acrecentar la explotación de quienes ven en la miseria y el desespero del más débil la mejor manera de ganar dinero. Los embera katío llevan dos años en Cali. Incluso, su presencia ha sido el motivo de oportunistas esfuerzos para suspender el proyecto de renovación urbana. Y aunque ha habido intentos por retornarlos a su lugar de origen, en Pueblo Rico, Risaralda, han fracasado. Ello, además de que una vieja confrontación con los embera chamí, que también habitan su tierra, ha dificultado su retorno. Hasta se propuso llevarlos a otros municipios del Valle pero, como era obvio, nadie los quiere recibir. Porque, aunque suene duro, recibir y atender una comunidad tan grande es una papa caliente. Hay quienes dicen que muchos de los Katío se acostumbraron a mendigar y que en ciudades como Bogotá, Medellín y otras capitales del Eje Cafetero, ejecutaron planes de retorno para devolverlos a su tierra. Hay quienes señalan que los hombres se están alcoholizando y no trabajan; que los adolescentes están conviviendo con la delincuencia; que a las jovencitas les están ofreciendo la prostitución. Y que los más pequeños se están enfermando. Ante los ojos de una ciudad impotente, los embera están viviendo un calvario donde convergen la pobreza, la explotación, el avivato y los señalamientos de un montón de entidades que tienen que ver con el tema. Escuché al alcalde Guerrero explicar que no ha habido negligencia y que los han acompañado. También, a funcionarios del Risaralda, expresar que ellos se fueron de su tierra no por violencia si no porque les prometieron ‘chimijarra’: monedas.Escuché, además, al abogado Elmer Montaña decir indignado que lo que más le preocupa son los niños y lo poco que Bienestar Familiar ha hecho por ellos.Hoy las autoridades del Valle y Risaralda inician un nuevo intento para devolverlos a su tierra, en un mes. Ojalá así sea, y que las soluciones tardías lleguen, porque ni Cali tiene cómo recibir más comunidades como los embera, ni estas pueden estar condenadas al abandono y la marginalidad que hoy revienta ante los ojos de una ciudad, con tantas venas abiertas como la nuestra. (Vea aquí la galería fotográfica 'El calvario de los Embera Katío')