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El anticipador de desgracias

Les molesta la alegría ajena. Presumen de su mala cara, porque eso les da cierto aire de ‘superioridad’, de intelectual y les da también derecho de fastidiar a los demás.

13 de septiembre de 2017 Por: Paola Andrea Gómez Perafán

Les molesta la alegría ajena. Presumen de su mala cara, porque eso les da cierto aire de ‘superioridad’, de intelectual y les da también derecho de fastidiar a los demás. Si se ríe cerca de él o de ella, cúbrase con un para rayos de la mirada que le lanzará, por cometer tal osadía.

Si le cuenta lo bien que la está pasando, inventará cualquier cosa para asustarle y hacerle creer que eso es solo una señal de que algo muy malo se avecina. Dicen frases como: ‘No se case, siempre sale mal’. ‘No se embarace, el embarazo es terrible’. ‘No tenga niños, acaban con la felicidad’. ‘No vaya al médico que le va a decir que está muy mal. ‘No le cuente a nadie que está buscando un trabajo o que está en medio de algo porque se le va a dañar’.

¿Les suena familiar? ¡Más de lo que uno quisiera! La sicóloga chilena Pilar Sordo, que pasó recientemente por Cali, bautiza a estas personas como “el anticipador de desgracias’’ y lo sustenta en su libro ‘El desafío a ser feliz’. El libro se alimenta de un estudio de comportamientos del latino frente a la vida, que nos dibuja tan fieles a lo que nos hemos convertido… personas con complejo de culpa cuando la pasamos bien, atemorizadas para hablar de nuestros logros; expertas en ver siempre el vaso medio vacío… diseñadas, como ella lo define, para ‘boicotear la felicidad’.

“Hay mucho pelotudo y pelotuda que se levanta en la mañana con el objetivo de cagarle la vida por lo menos a 5 personas, porque yo estoy segura de que si se la caga a 4 no duerme tranquila”, dice. Yo agregaría que el anticipador de desgracias disfruta ver cómo se desdibuja la sonrisa de tu cara cuando aparece con su mala vibra.

¡Válgame, Dios! A qué horas nos convertimos en seres tan despreciables, capaces de adivinar nubes negras, en días de sol. O en los ‘nostradamus’ de la tristeza y la tragedia perpetua. O en los profetas de la desgracia y la depresión. Quizás por eso, en ocasiones evitamos hablar con cierta gente que se levanta en no, almuerza en no y se acuesta en no y que, de ñapa, han desarrollado la detestable habilidad de fastidiarse su vida y no contentas con ello, de fastidiar la de todos los demás.

Ojo, que no estoy diciendo que todo es color de rosa, que no hay que ser precavido, que los problemas no existen y que sentir rabia está mal. Muy por el contrario, todo eso hace parte de la cotidianidad.

Pero lo que no puede hacerse rutina es permitir la majadería de cada anticipador de desgracias que se cuela hábilmente en la oficina, en la casa, en la vida, o lo que es peor, convertirse en uno de ellos.

En ese caso, y al margen de la religión que se profese, prefiero quedarme con una de esas frases que el papa Francisco nos dejó en su visita a Colombia y que se ha convertido en una de las más compartidas de la última semana: “No dejen que nadie les robe la alegría ni la esperanza”.

Sigue en Twitter @pagope