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Caravanas de la muerte

El culto al bandido que le ha hecho tanto daño a Cali, anda pavoneándose a sus anchas en esos desfiles fúnebres incontrolables y en ocasiones al colmo necesario de ser escoltados por la Policía.

30 de agosto de 2018 Por: Paola Andrea Gómez Perafán

La escena se repite una y otra vez en distintos rincones de Cali: la carroza fúnebre seguida por carros y motos abriendo paso a la fuerza, la descarga de pólvora o disparos al aire, el ‘Nadie es eterno en el mundo’ o cualquier canto que evoque al difunto y la gente alrededor muerta del susto.

El sábado en la tarde pasó por la Avenida Guadalupe, rumbo a los cementerios de La Aurora y El Recuerdo. El bafle montado, el pito, la pólvora, el horror. El imperio del miedo ambiente, como si se tratara del lejano oeste. El domingo, sin pólvora y sin balas, volvió a ocurrir, esta vez con una escandalera a ritmo de Myriam Hernández y el “se me fue sin avisar...”.

Hace unos días, en el inseguro semáforo de la Carrera 39 con Calle Primera, una hilera de motos detuvo los vehículos a la fuerza para hacerle paso a su caravana mortuoria, no sin antes hacerles sentir a los conductores cinco minutos de pánico absoluto.

Al publicar algo sobre los tenebrosos recorridos aquí descritos en una red social, surgieron comentarios como estos: “a mí me apuntaron mientras iba en un taxi sobre la Guadalupe. La misma caravana, la misma indiferencia”. “Vivo en la Novena con 56 y es tenaz. Esta semana iban varios parados encima de la carroza y tiraban botellas”. “A los que vivimos cerca de la funeraria de la Pasoancho con 53 hay noches en las que es muy peligroso pasar por ahí si el difunto era de una banda”. “Ni hablar de lo que pasa en los entierros del Cementerio Central, el cierre de la Primera, disparos y enfrentamientos de pandillas”. “Esa cultura que se ha ido asentando con permisividad de la autoridad. Algún control se deben inventar para este horror”. “Es lamentable que pase esto en nuestra ciudad”. “Es la normalización de la violencia”.

Ahí están los testimonios. El culto al bandido que le ha hecho tanto daño a Cali, anda pavoneándose a sus anchas en esos desfiles fúnebres incontrolables y en ocasiones al colmo necesario de ser escoltados por la Policía.

Todo esto ocurre en una ciudad que desconoce el concepto de autoridad, de la norma, de la convivencia ciudadana, y que parece resignada a ser espectadora de rituales miedosos como este.

Ojalá la preocupación que sobre el tema ha manifestado la Secretaría de Seguridad se logre cristalizar en acciones sostenidas que acaben con esta y otras sistemáticas prácticas de caos, que parecen extraídas de alguna de esas novelitas que tienen tanta audiencia, o lo que es peor, del patrón repetido de una Cali condenada eternamente a padecer todo lo que trajo consigo la cultura narco que nunca se fue. 

Sigue en Twitter @pagope