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¿38 minutos?

“¿38 minutos? Eso es lo que tarda en pasar el MÍO”. “38...

26 de febrero de 2015 Por: Paola Andrea Gómez Perafán

“¿38 minutos? Eso es lo que tarda en pasar el MÍO”. “38 minutos, multiplicado por 3 o 4”. “38 horas a la semana es lo que se pierde usando el MÍO”. “¿38 minutos? yéndole de maravilla”. “Me demoro 20 minutos esperando el alimentador, 15 minutos esperando el padrón y 40 minutos o hasta una hora esperando el troncal y como me deja retirado, me toca caminar 15 minutos más”. Las airadas reacciones ciudadanas en redes sociales son resultado de la encuesta Cali Cómo Vamos, que promedió en 38 minutos el tiempo que tarda un caleño en desplazarse de su casa a su sitio de trabajo o estudio. Más que pelear con el resultado de la encuesta, que consultó 1200 personas e hizo un promedio general, lo que queda claro con la masiva reacción a los 38 minutos es que entre las principales causas de malestar ciudadano está la dificultad para trasladarse de un lugar a otro.Y ello está intrínsecamente ligado a la ineficiencia del sistema de transporte masivo, por un lado, y al caos en el sur de Cali, por el otro. El MÍO no ha podido llegar a su meta de transportar más de 700.000 pasajeros día, por las dificultades de sus operadores y por la lucha contra el paralelismo y el transporte pirata; transporte que se vuelve indispensable en muchos sectores a los que no llega o tarda en llegar el sistema.Fíjense, no más, que en la encuesta Cali Cómo Vamos, solo el 17% de los consultados dice estar satisfecho con el MÍO, frente a un 83% que no lo está. Y que, además, seis años después de existencia, los caleños no lo han conectado a esas cosas que quieren y sienten tan suyas, como La Ermita, Cristo Rey, el Cali o el América.Por ello, les resulta a muchos casi que indignante que digan que un caleño se desplaza en 38 minutos. Porque hay quienes ven pasar la vida, esperando en una estación. No creo, tampoco, que la mayoría de quienes salen o se dirigen a diario al extremo sur de Cali estén de acuerdo con esos 38 minutos. A no ser que salgan de su casa aún a oscuras. Porque en esa Cali que ya llega a Jamundí, sobre poblada de oferta residencial y con la más alta densidad de colegios y universidades, la falta de planeación urbana ya hizo metástasis en sus escasas vías, y a diario se manifiesta en un tráfico insoportable. Porque tan desordenadamente creció el estigmatizado oriente de Cali, como gran parte de su elegante extremo sur. Por estos días, en que la movilidad es un tema sensible para una ciudad que debate sobre nuevos peajes, pico y placa todo el día para carros e incluso pico y placa para motos, valdría la pena pensar cuánto nos hubiéramos ahorrado, planeando un sistema de transporte masivo que llegara, antes que nada, a las zonas donde más se requería. O si hubiéramos hecho desde el principio esas soñadas prolongaciones de vías y corredores verdes que tanto están haciendo falta en el sur, en lugar de señalar casi de manera xenófoba al que se fue a vivir a Jamundí y rechaza la idea de pagar un peaje por venir a Cali.Al fin de cuentas, no son solo 38 minutos de discordia. Son años mal planeados y males no atendidos, los que hoy nos están pasando una lenta y tomentosa cuenta de cobro.