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La lealtad a los principios

La arremetida violenta de las Farc es una consecuencia previsible de las...

2 de febrero de 2013 Por: Paloma Valencia Laserna

La arremetida violenta de las Farc es una consecuencia previsible de las negociaciones de La Habana. Un proceso que les otorga desde ya un escenario para que se exhiban como promotores de la equidad y la justicia social del campo, iba a tener consecuencias. Tienen montada una farsa para presentarle a la comunidad internacional. Pero al interior del país han decidido negociar con la técnica que les dio rédito ante los ojos del Gobierno: la violencia. Las Farc ahora asesinan, secuestran militares y civiles, decretan paros armados y vuelan pueblos con la certeza de que eso les dará mejor posición para negociar, es casi una extorsión. Eso también lo entendió el ELN, desaforado ahora en acciones terroristas para hacerse espacio en la mesa de negociación.Todos queremos la paz, no existe un colombiano que no la añore; pero cómo nos acercamos a ella determinará si podremos o no alcanzarla. Es un mensaje equivocado mostrarles a los violentos que somos capaces de olvidarlo todo, de dejar sin ningún sentido la ley, a cambio de que cesen la violencia, pues los delincuentes entienden que entre más violentos sean, más rápido y más cosas estaremos dispuestos a ceder para que se detengan. Durante el gobierno Uribe muchos llegamos a concluir y comprender que la debilidad estatal genera violencia.El Estado sólo se legitima por el permanente ejercicio de la justicia para que los ciudadanos cumplan la ley. La defensa de la población es un deber del Estado, pero es sobre todo la única forma de mantener la paz. Las faltas del Estado se suplen por poderes terribles y nocivos. Las acciones del Estado deben procurar incentivar los buenos comportamientos de los ciudadanos; es riesgoso y equivocado que los beneficios se les otorguen a quienes no respetan la ley, porque entonces es cada vez más difícil que alguien la cumpla. Se trata de una visión coherente y sensata que comparten muchos colombianos. Por eso, tenemos que celebrar que en Santa Marta se haya iniciado la presentación oficial de los candidatos del uribismo. Son figuras muy significativas en el panorama nacional y que durante este año tendrán la oportunidad de presentarle a la opinión pública sus propuestas sobre los grandes asuntos que afectan a la Nación. Seguramente el sector del uribismo prestará enorme atención a ello, pero estará pendiente de que los candidatos muestren lealtad a los principios que inspiran al movimiento que dirige el expresidente.Sugieren algunos columnistas que los uribistas exigimos una lealtad que sólo sería comparable a la de las estructuras mafiosas. Una lealtad personal, que se le ofrece al padrino sin crítica, sin cuestionamientos, que impide el desarrollo de ideas en el ceño del grupo. Aquello coincide, de cierta manera, con lo expresado por el exembajador Silva Luján, según lo cual no entiende cuáles son las razones para que Uribe esté molesto con Santos, quien simplemente -según Silva- ha seguido las líneas ideológicas del uribismo y que las diferencias corresponden al libre ejercicio de su gobierno.Los comentarios deben corresponder a la ironía, pues mal podríamos suponer que el exembajador y prestigiosos columnistas realmente no comprendan de qué se trata el debate entre Uribe y Santos. La lealtad de los principios tiene una medida simple y evidente: la predictibilidad. Si alguien se comporta de acuerdo a los principios que comparte con un grupo, en general, el grupo tiene la capacidad de predecir cómo va a actuar en determinadas circunstancias.