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Falta de visión

El país vive una crisis social sin precedentes, y el gobierno pretende...

17 de agosto de 2013 Por: Paloma Valencia Laserna

El país vive una crisis social sin precedentes, y el gobierno pretende taparla con la promesa de trasformación total que imaginan los colombianos cuando les dicen que habrá paz.Llama la atención la cantidad de planes que están apareciendo a propósito del postconflicto. Se habla de una nueva Fiscalía, de cambios estructurales en las Fuerzas Armadas; de la afectación al presupuesto de la nación. Sobra decir que se trata de preparativos algo adelantados: no se ha firmado ni un solo punto de la agenda de cinco. Cabe recordar que el punto referente al tema agrario se firmó, pero quedaron pendientes algunos aspectos y aún no hay nada definitivo. Más aún, si se lograra ese acuerdo no habría un cambio tan significativo como se pretende hacer ver. Las víctimas de las Farc son muchas, pero es ingenuo pensar que porque unos matones dejan las armas, el miedo que le generan a la comunidad va a desaparecer. Es de esperar, además que muchos de esos criminales no dejen las armas y opten por continuar ejerciendo su dominio violento, tal vez con otro nombre. Mientras persistan el narcotráfico y la minería ilegal, fuentes de las que se nutre la violencia, Colombia seguirá teniendo ejércitos ilegales dedicados a protegerlos. De manera que el postconflicto se limitará a una reducción moderada de la presencia de este grupo, y a cambiar de objetivo militar hacia las nacientes organizaciones criminales, recicladas.Mientras el país se pierde en discusiones sobre el postconflicto, nuevos paros están a punto de tener lugar. La parálisis del país parece estar muy cerca; la mitad de los transportadores detendrán labores, cafeteros, trabajadores de la salud… El país solidario con algunas de aquellas reivindicaciones, teme a los bloqueos y las vías de hecho. La confrontación entre el derecho a la protesta y el derecho a la libre movilidad no es una cuestión menor. De la capacidad de circulación depende la estabilidad de las empresas, del sector agrario, del hotelero, que requieren poder mover sus productos, que sus clientes puedan llegar. Bloquear las vías, es destruir la industria de las ciudades y su capacidad de intercambio comercial. Es un intento por someter a la sociedad en un mecanismo de extorsión frente al gobierno; y lo que es grave, cuando las ciudades bloqueadas son pequeñas y periféricas, la central Bogotá es indiferente y poco le duele el daño que no ve.Popayán sintió durante el pasado paro cafetero el rigor del desabastecimiento de alimentos, gasolina, suministros médicos, leche y productos agrícolas que se pedirán, hoteles vacíos, empresas sin capacidad para movilizar sus productos, incumpliendo contratos, o sin materia prima. Nadie pareció preocupado, tal vez esa ciudad en medio de una zona tan fustigada por la violencia, ha sido eliminada de las prioridades nacionales. El Cauca comparte un destino similar al Chocó, tienen los peores indicadores de pobreza, NBI, asediadas por los violentos, repletas de minería ilegal y narcotráfico; y el país es indiferente a sus dolencias. Ojalá en vez de reflexionar sobre quimeras del postconflicto e intentar venderles una falsa ilusión a los colombianos, el gobierno y sus instituciones viren los ojos hacia las regiones sumidas en tantas dificultades, se acerquen a la comunidad, a los gremios; tengan relacionamiento para que existan vínculos de confianza y dialogo. Solo así podrán prevenir los paros, evitar las vías de hecho. Se necesitan acciones, no discurso.