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El valor de la seguridad

La seguridad es, muchas veces, menospreciada por quienes habitan en las ciudades;...

13 de octubre de 2012 Por: Paloma Valencia Laserna

La seguridad es, muchas veces, menospreciada por quienes habitan en las ciudades; más cuando son grandes y la gente se ha acostumbrado a sobrellevar la delincuencia. Sin menospreciar la gravedad del fenómeno, es muy distinto a lo que tienen que vivir quienes están en territorios dominados por los violentos. La delincuencia común ataca y con ello rompe la tranquilidad de los ciudadanos. Incluso los obliga a cambiar sus hábitos de circulación o sus horas de salida. Pero la vida en general es tranquila, y los criminales alteran esa manera de vivir. Otra muy distinta es la situación de quienes viven en zonas apartadas o en barrios de las ciudades o en el campo, donde el Estado ha perdido la soberanía, y otros grupos de poder armado los ocupan. Puede tratarse de narcoterroristas o de bandas criminales o pandillas; en fin cualquier grupo que toma en sus manos el control de la zona. Lo hacen a través de las armas y con ellas generan un clima permanente de zozobra. El control implica doblegar a todos quienes vivan sobre ese territorio, dominarlos para que obedezcan la voluntad de los amos, para que respeten las reglas que impone quien domina. Además mantener este territorio no es fácil, aparecen nuevos competidores, que generan enfrentamientos cuyo nivel aumenta en la medida en que aquel territorio sirva para extraer riquezas. Es así como los habitantes donde la minería ilegal florece, empiezan a perder sus libertades; también quienes viven justo en los lugares donde se cultivan plantas ilícitas o por donde transitan o se almacenan.Es difícil estar tranquilo cuando el poder que nos domina no es predecible, cuando existe la posibilidad de que hoy o mañana seamos víctimas de un malentendido que termine con nuestra vida. Vivir en el miedo es como vivir en pausa; en medio de la ansiedad de no saber qué va a pasar, y con certeza de que en algún momento algo terrible va a pasar.Quienes menosprecian la seguridad es porque no logran empatizar con una situación así. No es fácil hacerlo, porque no es normal que haya seres humanos que tengan que dormirse y levantarse con miedo. No es aceptable que haya ciudadanos atormentados por unos pocos que ejercen poder a través de sus armas. La inseguridad atormenta más a los más pobres; quienes tienen recursos tienen la opción de irse y buscar nuevas alternativas en otros lugares, pero quienes no cuentan con recursos para hacerlo o están ligados por sus actividades a esos espacios tienen que someterse y vivir como si no fueran libres. En este contexto es evidente el drama de los desplazados. Una situación tan al límite que es preferible dejarlo todo, emigrar para llegar a una región extraña, sin recursos, sin amigos, sin casa; para preservar la vida. Por supuesto que la vida vale mucho, pero nadie debería tener que pagar por ella. En este contexto es merecido el reconocimiento que los colombianos le hacen al presidente Uribe. Uno de sus grandes logros fue darle importancia al valor de la seguridad. Uribe habló de ella, reivindicó su significación. El Estado debe ocupar todo el territorio nacional, pues cuando quedan espacios estos son ocupados por los déspotas armados.El presidente Uribe es un estadista porque fue capaz de captar la necesidad de un pueblo y es sobretodo un líder que estimula a la nación para seguir buscando la manera de construir un país en paz, donde unos pocos violentos no se impongan.