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El futuro de la Feria

La edición 60 de la Feria de Cali, que concluirá mañana, deja un cúmulo de desafíos y discusiones que la sociedad caleña no puede seguir aplazando, y que tendremos que encarar durante el 2018 sin el acaloramiento de la última semana por el bien de la ciudad.

29 de diciembre de 2017 Por: Ossiel Villada

La edición 60 de la Feria de Cali, que concluirá mañana, deja un cúmulo de desafíos y discusiones que la sociedad caleña no puede seguir aplazando, y que tendremos que encarar durante el 2018 sin el acaloramiento de la última semana por el bien de la ciudad.

La tarea debe empezar por reconocer esas ideas básicas sobre las que tenemos consenso, para luego centrarnos en las que nos separan.

Tres cosas fundamentales, en mi opinión, hacen parte del ‘paquete’ de los consensos. Primero, que los caleños reconocemos a la Feria como un referente de nuestra identidad. Segundo, que la consideramos una fiesta de carácter eminentemente popular, y deseamos que se conserve así. Y, tercero, que todos queremos que la Feria sea cada vez mejor, más completa, y que en ella puedan participar ojalá todos los caleños. Hasta allí no hay discusión en el barrio. El ‘tropel’ se forma cuando empezamos a resolver ese tercer punto.

Miles de voces piden por estos días “una Feria más incluyente”, pero cada una tiene una idea distinta al respecto. ¿Qué significa más inclusión en la Feria? ¿Que los espectáculos sean más grandes para que entre más gente? ¿Que no se cobre entrada para ver un evento como el Salsódromo? ¿Que se cobre pero haya precios diferenciales? ¿Que existan tantas graderías gratuitas como pagas? ¿Qué se acaben las graderías y volvamos al desorden de los viejos tiempos porque así nos sentíamos más incluidos?

De otro lado, esas mismas personas dicen que esta es una “Feria privatizada”. Y exigen que sea 100% gratuita porque “se paga con recursos públicos”. Entonces, hablemos tranquilamente sobre la gratuidad y la financiación de la Feria.

En gracia de discusión, yo no le veo problema a esa idea chévere de que aquí nadie pague por entrar a los espectáculos. Se puede hacer. Solo se necesita voluntad política. Y una chequera muy grande, eso sí, porque a los artistas hay que pagarles. Y también a los del sonido, las luces, el transporte, la seguridad, las graderías, el agua, etcétera.

Sepan que, si lo hacemos, vamos a renunciar a los $2.000 millones que hoy ponen los que quieren y pueden pagar una boleta. Y también a los $3.000 millones que los patrocinadores ponen a cambio de una gradería en el Salsódromo. Y que le vamos a cargar cada año a las arcas del municipio los $14.000 millones que costó hacer la Feria en el 2017.

Sobre todo tengan claro que, aunque nadie aquí pague, vamos a necesitar el mismo muro metálico y las mismas vallas odiosas que hoy tanto les molestan. Porque el vandalismo, la delincuencia y el riesgo no tienen color político.

Yo creo que el principio de la solución a muchos de esos asuntos pasa por un tema crítico que hemos dejado pasar ‘de agache’ en los últimos tres años. Y es el del espacio. Si algo está claro es que la Autopista Sur se agotó como solución transitoria para los eventos de la Feria. Ya no resiste más. Es un espacio desbordado por el crecimiento de la ciudad y de la Feria misma.

Cali requiere retomar y definir cuánto antes una solución adecuada para espectáculos como el Salsódromo o el Festival Petronio. Ese lugar existe. Se trata del espacio que hoy ocupa la Escuela Militar de Aviación Marco Fidel Suarez. Pero durante años aquí hemos renunciado al debate sobre ese terreno, y creo que deberíamos retomarlo a la luz de las lecciones de esta Feria.

Finalmente, para que esta discusión no siga secuestrada por los politiqueros de turno, la Alcaldía debe jugar un papel distinto al que tuvo esta semana, cuando fue básicamente reactiva. Porque si así fue el baile en el 2017, no quiero imaginármelo en el 2018, en medio de la campaña para elegir el próximo Alcalde de Cali.

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