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Cali, un año despúes...

Muchos aquí sentimos que Cali se nos perdió hace un año y no hemos podido volver a encontrarla

28 de abril de 2022 Por: Vicky Perea García

¿Qué nos une hoy a los caleños?

¿La alegría, la solidaridad, la generosidad? ¿La cultura, el amor por el arte? ¿El deporte, la música, la cocina? ¿Nuestra enorme capacidad creativa? ¿El orgullo de ser lo que somos? ¿Esa capacidad innata para encontrar el alma voluble de la risa hasta en las cosas más cuadriculadas de la vida? ¿Ese espíritu hedonista y libertario que nos hace bailar cuando caminamos y cantar cuando hablamos?

¿Qué nos une hoy a los caleños?

¿El miedo? ¿La rabia? ¿La desconfianza permanente hacia los demás? ¿El temor a un nuevo bloqueo? ¿La indiferencia hacia esos que cayeron muertos en la calle? ¿La idea de que esta ciudad se divide entre gente mala y gente de bien? ¿La convicción de que quien no piensa como yo es mi enemigo? ¿La desesperanza? ¿Esa sensación de querer irnos porque aquí no hay futuro?

Tal vez, nunca antes en la historia de esta ciudad fue tan difícil responder a esa sencilla pregunta. Porque muchos aquí sentimos que Cali se nos perdió hace un año y no hemos podido volver a encontrarla. El huracán de violencia que desgarró el alma y la piel de esta ciudad se llevó para siempre la idea que teníamos sobre ella.

O quizá, ocurrió todo lo contrario. La Cali de verdad, la ciudad furiosa que no habíamos querido ver, la que se ocultaba bajo un manto de aparente normalidad, dolida por las desigualdades y contenida solo por el dique de la rumba y el aguante, se nos apareció de repente para pasarle factura a nuestra indolencia.

En cualquier caso, entre muchos caleños reina esa sensación de que en Cali perdimos el rumbo hace un año y nadie sabe cómo encontrarlo.

Muchos factores alimentan ese sentir. Por un lado, la pobre gestión de un Alcalde que sigue más empeñado en hacer negocios dudosos, como el de Caligen, que en impulsar acciones concretas de unión y recuperación.
Y por otro, la vergonzante labor de una clase política que montó un comité de aplausos en el Concejo, donde poco se presta atención a los problemas de la gente.

Los medios y los periodistas no podemos autoexcluirnos de esa revisión, pues un año después aún tenemos la tarea de pendiente de dar más cabida en nuestras agendas a la enorme diversidad de voces y miradas que existen sobre lo que pasó y sobre la compleja realidad social de Cali.

Tampoco la academia, que en gran medida sigue encerrada en su ‘torre de cristal’ y enfocada en intereses muy puntuales, cuando la calle reclama su visión universal y su capacidad transformadora.

La acción más contundente para apagar el ‘incendio’, paradójicamente, provino de un sector al que muchos marchantes de hace un año miraban con recelo y que fue el que llevó la peor parte de los bloqueos y el vandalismo: la empresa privada.

Tuvieron el valor para ir a la calle, la sabiduría para escuchar, la claridad para entender y la generosidad para actuar. Y todo eso lo resumieron en la palabra ‘Compromiso’.

Pero un año después, en el marco de una campaña política polarizada que arrasa con las expresiones más básicas de la racionalidad y la mesura, esta ciudad sigue extraviada.

Entre los extremos de la izquierda y la derecha, con sus visiones apocalípticas y su política del miedo, hay una enorme masa de caleños encerrada en sí misma, a la que nada parece moverla. Ni siquiera la necesidad de salir a votar, como quedó claro en las elecciones legislativas.

Tal vez hay miles de cosas que los unen, pero están allí, aletargados por la desconfianza, autosegregados en sus burbujas personales, pues no existe hoy en Cali un propósito común que los una en la diferencia y los impulse a construir la nueva historia que esta ciudad merece.

¿Cómo salimos de allí? Si a alguien se le ocurre algo, lo invito a un café...

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